Sembré una flor cierto día,
pasaste tú por su lado
¡y se marchitó enseguida!
Te acusan por tus desdenes;
mas no te preocupes, niña,
que las rosas más fragantes
también tienen sus espinas.
Ya sus dulces melodías
no entona mi ruiseñor:
¡él no canta si no oye
los acentos de tu voz!
Rasgué las cuerdas sonoras
de mi guitarra flamenca,
y al querer cantar pesares
¡saltaron todas las cuerdas!
Los ojos de mi morena
son cual los rayos del sol:
estos nos hieren la vista;
aquellos... el corazón.
Ya no quiero tu retrato,
porque conservo tu cara
grabada desde hace tiempo
en un rincón de mi alma.
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