jueves, 27 de abril de 2023

MEDITACIÓN JUEVES III DE PASCUA A (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

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"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre" (Jn 6,44-51)

Señor Jesús, dame de tu pan, dame de Ti, dame para que coma y viva para siempre.

Dame fortaleza ante las adversidades.

Dame verdadera alegría en mi ser testigo.

Dame paciencia para respetar ritmos y esperar sin desesperar. 

Dame discernimiento para decidir siempre contigo.

Dame hondura para no vivir en la superficie de las cosas, de las relaciones y de los proyectos.

Dame sencillez para no vivir de la apariencia y del qué dirán.

Dame paz para pacificar todo cuanto esté revuelto a mi alrededor.

Dame humildad para reconocer que no lo sé todo, ni lo puedo todo.

Dame esperanza para que mi fe esté bien fundamentada.

Dame una mirada limpia, transparente y misericordiosa.

Dame valentía para salir al mundo y decir a todos que Tú eres mi Señor,  el Señor de mi vida y de la suya.

Dame perspectiva para vivir acogiendo tu voluntad.

Dame el don de servir amando y de amar sirviendo.

Dame un corazón sensible, acogedor y colmado de ternura.

Dame fortaleza en las pruebas y capacidad de cargar con la cruz.

Dame motivos para seguir siguiéndote y en el seguirte, encontrarte, abrazarte y decirte una vez más: gracias por ser ese pan bajado del cielo, gracias por regalarme, sin medida ni condición, vida para siempre.

Dame tu Espíritu y hazme dócil a tu voz.

Así te lo pido. Así sea.


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