Mirando a la campiña, calcinada
por los rayos del sol abrasadores,
vese el oasis que entre sus verdores
la casita aprisiona de mi amada.
Cuando el calor sofoca, la enramada
grata sombra nos brinda, y entre flores
deslizándose van nuestros amores,
como preludios de la dicha ansiada.
A nuestros pies murmura dulcemente
de un arroyuelo el agua cristalina,
que nos brinda un espejo en su corriente.
Y allá, cuando en la tarde el sol declina
y a la casa volvemos lentamente,
un ruiseñor en el boscaje trina.
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