domingo, 16 de febrero de 2025

DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO C


Buenos días. Feliz domingo, día del Señor Resucitado. Es lo que hoy nos recuerda san Pablo: nuestra fe y vida tienen sentido porque la resurrección y la vida eterna son reales. Por eso Jesús, en el evangelio de san Lucas, nos enseña que todo lo bueno o malo que en este mundo terreno hagamos tendrá su recompensa o su castigo. Nos da el programa de las bienaventuranzas como el camino que nos conduce a la felicidad auténtica. Nos dice que no busquemos la felicidad en la riqueza, en el tener, en acaparar, en disfrutar y tener éxito. Porque la felicidad nace en el corazón de los que son misericordiosos, de los que trabajan por la paz, es decir, en los que dejan en su vida un hueco para que crezca Dios.

Ojalá hagamos el bien, y consigamos construir en este mundo el Reino de Dios. Seamos buenos y confiemos en Dios, que no se queda con “ná de nadie”.



2ª Lectura (1Cor 15, 12.16-20): Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.



Texto del Evangelio (Lc 6, 17.20-26): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».




Todos nosotros coincidiríamos en dar una única respuesta a una única pregunta: ¿Deseas ser feliz? Ciertamente que sí, todos estamos hechos para la felicidad. Busca la felicidad tanto el niño como el adulto, el héroe como el cobarde, el pobre como el rico, lo que pasa es que cada uno de ellos lo busca por un camino distinto.

Todos sabemos que la felicidad no se logra de cualquier manera, que no se puede comprar, como tampoco se puede comprar la alegría, la amistad o la ternura.

Solemos tener nuestras propias "Bienaventuranzas", tan distintas a las de Jesús:

- Dichosos los que tienen una buena cuenta corriente.

- Dichosos los que se pueden comprar el último modelo.

- Dichosos los que triunfan en la vida, los aplaudidos, los bien vistos, los que no tienen problemas.

Visto así, parece más feliz el que más tiene, más puede, más vence, más disfruta... En el fondo, esa felicidad es egoísta, pasajera y transitoria, llena a manera de ilusión mágica un vacío y una necesidad que tenemos todos.

Jesús hoy nos deja claro que la felicidad no consiste en poseer ni en tener, sino en dar. La felicidad no está en reír sino en solidarizarse con los que lloran y sufren.

Lo cierto es que Dios no quiere la pobreza, ni el hambre, ni el llanto, ni el dolor... lo que Él nos dice es que mientras todo eso exista, el único camino para ser felices es el de solidarizarnos con esas personas.

+ Si un miembro de nuestra familia o de nuestros amigos sufre, nunca podremos ser felices. Lo seremos en la medida en que le ayudemos.

Hoy Jesús nos dice: Feliz tú cuando ames, cuando compartas, cuando perdones, cuando seas fiel a tu conciencia... sencillamente porque estás invirtiendo en alegría y en felicidad, tanto en la Tierra como en el Cielo. Y esta alegría llenará tu vida y no te la quitará nadie.





























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