Buenos días. Seguimos rezando por el Papa. Hoy martes las lecturas que la Iglesia nos propone para rezar son de carácter sapiencial. Hay que buscar a Dios, dice la primera lectura, porque quien teme a Dios espera su misericordia, recompensa y el corazón se le llena de luz. Es lo que Jesús intenta enseñar a sus discípulos en el evangelio. Instruye a los discípulos en la sinceridad de su misión, que será dura hasta la muerte, pero por la cruz llegará la resurrección. Pero los discípulos no entienden y buscan la recompensa mundana de ser el primero en el reino terreno. Ojalá que nosotros abramos el corazón y el entendimiento para descubrir la verdadera recompensa a la que estamos llamados. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es nuestra delicia y nos da lo que necesita nuestro corazón.
1ª Lectura (Eclo 2, 1-11): Hijo, si te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación.
Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis. Los que teméis al Señor, confiad en él, y no se retrasará vuestra recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia. Los que teméis al Señor, amadlo y vuestros corazones se llenarán de luz. Fijaos en las generaciones antiguas y ved: ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, o ¿quién lo invocó y fue desatendido? Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia, y protege a aquellos que lo buscan sinceramente.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».
“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 30-37)
Señor Jesús, lo sabemos: en todo, amar y servir, amar más, amar mejor. Servir siempre+. En todo, a los pies de los demás. En todo, dispuestos a abajarnos para que el otro ascienda. En todo, compromiso por la justicia. En todo, los últimos, porque ellos serán primeros.
Señor Jesús, quien quiera ser el primero, que sirva. Que sirva sin condiciones. Que sirva en toda circunstancia. Que sirva a fondo perdido. Que sirva sin mirar el reloj. Que sirva gratuitamente. Que sirva sólo desde el amor y la misericordia que restituye dignidades y levanta del polvo al que ha caído.
Señor Jesús, aquí nos tienes. Queremos servir y servirte. Queremos ser los últimos para que no se nos quede nadie por el camino sin ser visto. Cuenta con nosotros. Cuenta conmigo...
Así te lo pido. Así sea.
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