Buenos días. Demos gracias a Dios por este nuevo amanecer de lunes. Hoy las lecturas nos recuerdan que todo lo que Dios ha creado lo hace por amor: “Y vio Dios que era bueno”. Entonces ¿qué ocurre en el Evangelio, por qué hay tanta enfermedad y dolencia? Dice el himno del Espíritu Santo: “Mira el poder del pecado, cuando no envías tu Aliento (=Espíritu). Sin Dios en nuestras vidas nos vemos privados de lo bueno y del amor, vivimos en la oscuridad. Dejemos a Dios crear el mundo bueno que necesitamos y colaboremos con Él. Seamos buenos y cronfiemos en Dios, que todas sus obras las hace con Sabiduría.
Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Texto del Evangelio (Mc 6, 53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, lo reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.
“Los que lo tocaban se curaban” (Mc 6, 53-56)
También yo quiero tocarte, Señor Jesús, y quedar sanado, comenzar de nuevo, gozar de una nueva oportunidad, sentir qué se siente al ser perdonado por Ti. Necesito tu perdón porque solo no puedo.
Quiero tocarte, Señor Jesús, y saberme entero, regalado por tu misericordia, acariciado por tu ternura, mimado por tus palabras de esperanza y tus gestos siempre solidarios. Necesito que me sanes porque sólo Tú puedes hacerlo.
Quiero tocarte, Señor Jesús, y dejar que seas el protagonista de mi vida, que seas Tú el que oriente, dirija y acompañe mi vida, que seas Tú mi único Dios y Señor. Necesito reconocerte como el Señor de mi vida, hoy.
Quiero tocarte, Señor Jesús, y quedar limpio de toda falta, de toda crítica, de toda superficialidad, de todo juicio, de todo mal pensamiento, de todo orgullo y de toda falta de humildad. Necesito que me habites.
Quiero tocarte, Señor Jesús, y dejarme tocar por Ti: aquí me tienes, haz conmigo aquello que tienes pensado para mí, dame la oportunidad de vivir tu proyecto con hondura y profundidad, sabiéndome herido, necesitado y pequeño a la sombra de tu perdón, de tu inmensa compasión y de tu presencia permanente.
Señor Jesús, haz que me entere dónde estás para que deje todo y vaya hacia Ti para tocarte y quedar sano.
Así te lo pido. Así sea.
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