En el Evangelio, la mujer pagana se acerca a Jesús que está de paso por su tierra, no pierde tiempo y, porque tiene fe, no siente vergüenza de acercarse al Mesías de Dios y pedirle por la curación de su hija. Jesús se muestra frío, pero descubre que su fe es auténtica y su esperanza se ve premiada.
El Génesis hoy nos dice que al principio hombre y mujer no sentían vergüenza por estar desnudos ante Dios, su confianza en Dios era total, y por eso no tienen miedo sino respeto. Cuando nos acercamos a Dios debemos hacerlo con respeto, amor y “sin vergüenza“, y Dios nos escuchará. Seamos buenos y confiemos en Dios y seremos felices.
Entonces el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía, le sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío. Y de la costilla que le había sacado al hombre, Dios formó una mujer. Se la llevó al hombre y este exclamó: «Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque ha sido formada del hombre». Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa. Por entonces los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza por ello.
Texto del Evangelio (Mc 7, 24-30): En aquel tiempo, Jesús partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de Él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños». Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija». Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.
"Al enterarse de que Jesús estaba allí, fue a buscarlo y se le echó a los pies" (Mc 7, 24-30)
¿Qué tienes Tú, Señor Jesús, que cuando sabemos que estás cerca, toda nuestra vida se da la vuelta? ¿Qué provocas en nosotros, que somos capaces de salir de lo nuestro y de nuestras cosas e ir a buscarte y echarnos a tus pies y pedirte que nos sanes, que sanes a los nuestros, que renueves en nosotros las ganas de vivir y de ser felices?
Señor Jesús, ¿quién de nosotros no tiene en casa alguien que necesita ser rescatado de su amargura, de su tristeza, de su soledad, de su enfermedad o de su falta de fe? ¿Quién no tiene algún amigo o conocido que necesita con urgencia un cambio radical en su vida, en su situación, en su ánimo, en su proyecto, en su situación? Necesitamos, Señor, que nos sanes y nos renueves por dentro y nos hagas ver con claridad para quién somos.
Señor Jesús, danos la fe necesaria para que en lo cotidiano se obren milagros y seamos liberados de la enfermedad, de la ignorancia, de la tristeza y de la falta de esperanza. Danos una fe que transforme nuestra manera de ver el mundo, de tratar a los demás y de comprometernos con la realidad que nos toca vivir.
Señor Jesús, que al regresar hoy a casa nos sintamos mejor porque hemos sido Tú y como Tú para los demás, que demos gracias por lo que hoy vivamos y, sobre todo, por lo que Tú has hecho por mediación nuestra. Que a tus pies nos echemos y, de rodillas, te contemplemos agradecidos.
Así te lo pido. Así sea.
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