Buenos días. Es sábado y por la mañana hoy las lecturas nos invitan a descubrir a Cristo, el buen pastor, que nos mira siempre con compasión. Sabe que vivimos en un mundo duro, por eso nos regala su presencia continua en la Eucaristía, y el evangelio que hoy leemos terminará con ese milagro: alimenta a una multitud de forma milagrosa. Este es el Cuerpo y la Sangre que nos salva y que se siguen haciendo presencia real a través de los sacerdotes, hombres imperfectos que Dios sigue escogiendo. Hemos leído en la primera lectura que tenemos que rezar por ellos, para que nos ayuden a hacer el bien y podamos ayudarnos mutuamente. Recemos para que nos envíe sacerdotes santos, seamos buenos y confiemos en Dios, que es el único Pastor que se compadece de nosotros.
1ª Lectura (Heb 13,15-17.20-21): Hermanos: Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía. Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario