A veces, cuando la ávida mano del hortelano codicioso va a coger la fruta sazonada, se oscurece súbitamente el cielo, silban los vientos desatados, y gruesas y pardas gotas caen pesadas desde la amenazadora altura.
Huye atemorizado el hortelano, y la fruta se desploma al suelo para ser festín de los hambrientos gusanos. Pasa la tormenta, vuelve la alegría, y el hortelano echa pestes y se tira de los pelos.
-Yo iba a coger la apetecida y sonrosada manzana; iba ya a cogerla; ya la tenía casi entre los dedos, y vino la tormenta y me la arrebató. ¡De rabia golpeé la tierra con mi frente, maldije la manzana y la tormenta, y me maldije a mí mismo!
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