viernes, 30 de julio de 2021

MEDITACIÓN VIERNES XVII TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
(13,54-58):

En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es María su madre, y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?».
Y se negaban a creer en él.
Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa».
Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.

Palabra del Señor





jueves, 29 de julio de 2021

MEDITACIÓN JUEVES XVII TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Juan (11,19-27):

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Palabra del Señor





RESIGNACIÓN (José María Pemán)

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres.

Porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor...,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!




miércoles, 28 de julio de 2021

MEDITACIÓN MIÉRCOLES XVII TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor





martes, 27 de julio de 2021

MEDITACIÓN MARTES XVII TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,36-43):

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor





lunes, 26 de julio de 2021

EL GIGANTE EGOÍSTA (Oscar Wilde)

Todas las tardes, al volver del colegio, los niños solían ir a jugar al jardín del gigante.
Se trataba de un jardín grande y precioso, con el suelo cubierto por suave y verde césped. Aquí y allá, hermosas flores resaltaban sobre la hierba como si fuesen estrellas, y había melocotoneros, que en primavera se cubrían de delicadas flores rosa y perla y en otoño daban hermosos frutos. Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan dulces melodías, que los niños dejaban de jugar para poder escucharlos.
- ¡Qué felices somos aquí! - se decían.
Y un buen día el gigante regresó. Fue a pasar una temporada a casa de su amigo el ogro de Cornualles, y se había quedado siete años con él. Una vez transcurridos los siete años y habiendo dicho todo cuanto tenía que decir, porque su conversación era limitada, podía, por tanto, regresar a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en su jardín.
- ¿Qué estáis haciendo aquí? - les gritó malhumorado.
Y los niños huyeron.


- Mi jardín es solo mío - dijo el gigante -; cualquiera puede comprender esto, y no permitiré que nadie, excepto yo, juegue en él.
Así que decidió cercarlo con un muro altísimo, y colgó un cartelón en el que se leía:

LOS INTRUSOS SERÁN CASTIGADOS

Era un gigante muy egoísta.
Y los pobres niños no tuvieron a dónde ir a jugar. Intentaron jugar en la carretera, pero el camino era muy polvoriento y lleno de pedruscos y no les gustaba. Y terminaron yendo junto al muro que cercaba el jardín, tan pronto terminaban sus clases, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado.
- ¡Qué felices éramos ahí! - se decían unos a otros.
Entonces vino la primavera, y todo el país se llenó de florecillas y pajaritos. Solo en el jardín del gigante egoísta seguía siendo invierno. Desde que no había niños dentro, a los pájaros no les gustaba ir allí a cantar, y los árboles se olvidaron de florecer. Un día, una bella flor asomó su cabeza por encima del césped, pero cuando vio el cartelón, le dieron tanta pena los niños, que volvió a meterse dentro de la tierra y se durmió. Las únicas que estaban contentas fueron la Nieve y la Escarcha.
- ¡La primavera se ha olvidado de este jardín! - exclamaban -; vamos a poder vivir aquí durante todo el año.
Y la Nieve cubrió la hierba con su gran manto blanco y la Escarcha pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al Viento del Norte a que viviera con ellas, y aceptó. Iba envuelto en pieles y rugió todo el día por el jardín, derribando las chimeneas.
- Este es un lugar delicioso - dijo -. Deberíamos invitar también al Granizo.
Y llegó el Granizo. Todos los días, durante tres horas, golpeaba los tejados del castillo, hasta que partió la mayoría de las pizarras, y luego recorría el jardín lo más deprisa que podía. Iba vestido de gris y su aliento era como el hielo.
- No puedo comprender cómo tarda tanto en llegar la primavera - decía el gigante egoísta ante su ventana y contemplando su frío y blanco jardín -. ¡Ojalá cambie el tiempo!
Pero la primavera no llegaba, ni tampoco el verano. El otoño regaló frutos dorados a todos los jardines, pero no dejó ninguno en el del gigante.
- Es demasiado egoísta - dijo.
Y fue siempre invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailaron rondas por entre los árboles.
Una mañana, el gigante descansaba, despierto, en su cama cuando oyó una música deliciosa. Sonó tan melodiosa en sus oídos, que creyó que serían los músicos del rey pasando por allá. No era sino un jilguero chiquitín cantando al pie de su ventana, pero hacía tanto tiempo que no había oído a un pájaro cantando en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de saltar sobre su cabeza, y el Viento del Norte dejó de rugir, y un perfume delicioso llegó hasta él a través de la ventana abierta.
- Creo que por fin ha llegado la primavera - observó el gigante, y saltó de la cama para asomarse.
¿Qué fue lo que vio?
Vio un espectáculo maravilloso. Los niños se habían metido dentro a través de un pequeño boquete en el muro y se habían sentado en las ramas de los árboles. Sobre todos los árboles que alcanzaba a ver había un niño. Y los árboles estaban tan contentos de volver a sostener niños, que se cubrieron de flores, y movían dulcemente sus brazos por encima de las cabezas de los pequeños. Los pájaros revoloteaban de un lado a otro piando alegremente, y las flores asomaban sus cabezas por entre las hierbas verdes y se reían. Era una escena deliciosa; sólo en un rincón seguía siendo invierno. Era el rincón más alejado del jardín, y allí se encontraba un chiquillo. Era tan pequeño que no llegaba a alcanzar las ramas de los árboles y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol estaba aún cubierto por la Escarcha y la Nieve, y el Viento del Norte soplaba y le sacudía.
- ¡Sube, pequeño! - dijo el árbol, y dobló sus ramas, inclinándolas cuanto pudo, pero el niño era demasiado pequeño.
Y el corazón del gigante se ablandó al ver aquello.
- ¡Qué egoísta he sido! - musitó -. Ahora sé por qué la primavera, no quería venir aquí. Subiré a este chiquillo a la cima del árbol y luego derribaré el muro y mi jardín volverá a ser para siempre el lugar donde vengan a jugar los niños.
En verdad, estaba muy arrepentido por lo que había hecho.
Entonces bajó y abrió la puerta principal con gran sigilo y salió al jardín. Pero los niños, al verlo, se asustaron tanto que huyeron, y el jardín volvió a ser invernal. El único que no huyó fue el chiquitín, porque sus ojos estaban tan llenos de lágrimas que no vio llegar al gigante. Y éste se le acercó por detrás y, levantándolo cariñosamente en sus manos, lo subió al árbol. Y el árbol floreció al instante y se acercaron los pájaros y se posaron en él para cantar, y el niño tendió los bracitos, los echó al cuello del gigante y le besó.
Cuando los otros niños vieron que el gigante no era malo, volvieron corriendo, y con ellos entró la primavera.
- Ahora este jardín es vuestro, pequeños - declaró el gigante, y, cogiendo un pico, derribó la pared.
Y cuando a mediodía la gente fue al mercado encontraron al gigante jugando con los niños en el jardín más bello que sus ojos vieran.
Jugaron todo el día, y por la noche fueron a despedirse del gigante.
- ¿Pero dónde se ha metido vuestro pequeño compañero? - preguntó -. El pequeño que subí al árbol.
El gigante lo quería más que a los otros porque le había besado.
- No lo sabemos - contestaron los niños -; se ha ido.
- No olvidéis decirle que no falte mañana - encargó el gigante.
Pero los niños contestaron que ignoraban dónde vivía, que no le habían visto antes de aquel día, y el gigante se quedó muy triste.
Todas las tardes, al terminar la escuela, los niños iban a jugar con el gigante. Pero el chiquillo que el gigante amaba no volvió nunca más. El gigante se mostraba cariñoso con todos los niños, pero suspiraba por volver a ver a su amiguito y hablaba frecuentemente de él.
- ¡Cómo me gustaría volver a verle! - solía decir.
Pasaron los años y el gigante envejeció y fue haciéndose cada vez más débil. Ya no podía salir a jugar; así que se sentaba en un sillón, miraba cómo jugaban los niños y admiraba su jardín.
- Tengo gran cantidad de hermosas flores, pero los niños son las flores más bellas - murmuraba.
Una mañana de invierno, mientras se vestía, miró por la ventana. Ya no odiaba el invierno ahora, porque sabía que no era sino una primavera dormida y que las flores descansaban entre tanto.
De pronto se frotó los ojos, maravillado, y miró y siguió mirando. En verdad, se trataba de algo asombroso. En el rincón más alejado del jardín había un árbol cubierto de hermosas flores blancas. Sus ramas eran de oro, y de ellas pendían frutos de plata, y al pie estaba el niño que tanto amó.
El gigante bajó corriendo, lleno de alegría, y salió al jardín. Cruzó apresuradamente por encima del césped y se acercó al chiquillo. Y cuando estuvo a su lado, su rostro enrojeció de ira y dijo:
- ¿Quién se ha atrevido a herirte? - gritó el gigante -. Dímelo, para que pueda sacar mi gran espada y matarlo.
- No - contestó el niño -, porque estas son las heridas del amor.
- ¿Quién eres? - dijo el gigante, y un extraño temor le invadió y se arrodilló ante el niño.
Y el niño sonrió al gigante, diciéndole:
- Tú me dejaste una vez jugar en tu jardín; hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.
Y cuando por la tarde llegaron los niños, encontraron al gigante muerto debajo del árbol, enteramente cubierto de flores blancas.

ORACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES


 

MEDITACIÓN LUNES XVII TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,31-35):

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente».
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

Palabra del Señor 






sábado, 24 de julio de 2021

OFRECIMIENTO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS)

Oración para cada día después de los ofrecimientos y así ganar las santas indulgencias concedidas por cada uno de ellos.

Dios eterno, por tu inmensa clemencia y en nombre de tu Hijo Jesucristo, y por los méritos de su Pasión Santísima, te suplico concedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna, como lo desean. También te pido humildemente, Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, perdones los pecados que yo y todos los vivientes hemos cometido; que a todos nos des verdadero arrepentimiento para enmendarnos y observar tu divina ley, con los auxilios de gracia que necesitamos, para mejor servirte en esta vida y alabarte en la eterna gloria que esperamos por tu infinita misericordia. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Señor, nos pesa de haber pecado; ten misericordia de nuestras almas y descansen en paz las del purgatorio; auméntese y tenga perfecta paz y unión la cristiandad toda; extírpense todas las herejías y conviértanse todos los herejes a tu Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, cuyas necesidades sean socorridas superabundantemente; todo en honra y gloria de la Santísima Trinidad. Amén.

ORACIÓN

¡Oh Dios, Creador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y tus siervas la remisión de todos sus pecados para que consigan, por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre desearon. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.





OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (SÁBADO)


Ofrece lo que padeció nuestro señor en la Cruz mientras en ella estuvo vivo y pendiente. Dirás como sigue: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella suma de todos los grandes dolores que en tu divino Cuerpo padeciste, desde los pies a la cabeza, sin haber parte que no padeciera y fuese atormentada con pena vehementísima.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas tres horas que estuviste vivo pendiente de la Cruz con aquellos sumos dolores de las manos, pies y cabeza por las heridas de los clavos y las espinas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos terribles dolores que te ocasionaban las principales llagas de tu divino Cuerpo, como la del hombro, de la espalda, de las rodillas, de los ojos y de algunos huesos fuera de sus lugares.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos dolores mortales que atormentaban tu piadosísimo Corazón, singularmente viendo a tu Santísima Madre al pie de la Cruz, al amado discípulo y a la penitente y amorosa Magdalena.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas palabras injuriosas que te gritaban los judíos ingratos, estando clavado en el madero santo de la Cruz.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas fervientes lágrimas con que estando en la cruz rogabas al eterno Padre que perdonase a tus enemigos.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella sed ardientísima que te atormentaba las entrañas cuando exclamaste diciendo: "¡Tengo sed!".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella bebida amarga de hiel y vinagre que te dieron en una esponja, y gustándola, llenaste de amargura tu santísima boca.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel doloroso clamor que diste viéndote desamparado del Padre, de los amigos y discípulos amados, explicando tu dolor con aquellas palabras: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, la amorosa queja que diste a tu eterno Padre, fundada en que no te enviaba algún consuelo y alivio para entretener más tu vida, para que los tormentos y penas que padecías no te la acabaran de quitar, por el ardiente amor y deseo que tenías de estar más tiempo padeciendo en el sagrado leño de la Cruz, en servicio de tu Padre y provecho de los hombres.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel sumo y último dolor que sentiste al separar tu alma santísima del Cuerpo, encomendando el espíritu en las manos del eterno Padre, con aquellas palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, todos los dolores, angustias y trabajos que padeció tu Madre Santísima al pie de la Cruz, en su soledad, en la herida del costado y en tu entierro, hasta que te vio resucitado.




SANTA CRISTINA DE BOLSENA (24 DE JULIO)

Cristina es una niña de once años de extraordinaria belleza, hija de Urbano, gobernador pagano de la región de Toscana y presentado por los libros antiguos como enemigo acérrimo de los cristianos. La niña se ha aficionado desde pequeña a aquello que cuentan de ese Cristo tan perseguido y maltratado; la curiosidad primera se cambia en pensamiento cuando descubre que son muchos los cristianos juzgados por su padre y condenados porque son fieles dispuestos a dar la vida por su ideal. Crece más y más la simpatía y a escondidas busca datos de unas señoras cristianas; la instruyen y la forman; se bautiza en secreto y toma el nombre de Cristiana.

Entre juego y travesura formal ha hecho algo que saca de quicio a su padre y será el motivo que la lleve al martirio; no se le ha ocurrido otra cosa que apañar las estatuillas de ídolos que su padre siempre ha conservado con esmero, casi como un patrimonio familiar, las ha tomado por suyas, las ha destrozado y ha dado el rico material de que estaban hechas a los pobres para remedio de su necesidad. 
El padre ha descubierto su condición y lleno de ira, al notar la rebeldía de la niña, la trata con peores modos que a los demás cristianos. El gobernador manda usar con ella azotes y garfios admirándose de que Cristina persista en su actitud. Manda el desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente para quemarla poco a poco; mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los verdugos y a los curiosos cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la lobreguez de la mazmorra, la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con luminosas apariciones de ángeles que le curan sus heridas y le prometen protección. El padre, a los pocos días, manda atarle al cuello una pesada piedra y arrojarla al lago; sin embargo un ángel la transporta a la orilla. Esa noche muere de un sofoco Urbano en su cama.

Mandan las autoridades un nuevo gobernador que se siente estimulado a proseguir el asunto Cristina presumiendo que su padre, por padre, no supo solventarlo. Se llama Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite hirviendo mezclado con pez del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda llevar al templo de Apolo para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el asombro de todos, el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo gobernador que muere en el acto. ¡Los verdugos y miles de testigos presenciales proclaman espantados a gritos que es el de Cristina el único Dios!

El tercero de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien, preocupado por el caso pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a la conclusión de que se trata de artificios, encantamientos y magia que todos los cristianos profesan. Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer desistir a la niña Cristina de sus pertinaces rebeldías y conseguir que el poder romano y los dioses propicios terminen con la situación que ha puesto al borde del caos a la región. Mandó preparar un horno encendido donde mete a la niña para que el fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que le suceda daño alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes, víboras y escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo, cantando alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al extremo de decretar cortarle los senos y la lengua.

Y acude, arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación evidente del triunfo que se comenta por todas partes de la debilidad cristiana ante la fortaleza y brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la niña para que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida, suplicándole al buen Dios, rendirle su espíritu con el martirio.

Sus restos se trasladaron de Toscana a Palermo de Sicilia donde es reverenciada.

ORACIÓN

Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a santa Cristina de Bolsena, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.




MEDITACIÓN SÁBADO XVI TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-30):

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero'"».

Palabra del Señor





ORACIÓN SAN CHÁRBEL

Señor, Padre de bondad y de misericordia, fuente absoluta de todo bien; postrado mi espíritu y mi alma alabo y adoro el misterio de tu Ser; por medio de tu Santo Espíritu escogiste a Chárbel como voz que clama en el desierto. Su vida monástica es ejemplo para tu Iglesia. En las Escrituras él descubrió tu Santidad como Palabra hecha carne, y la Luz triunfó sobre las tinieblas. En la Eucaristía encontró tu divinidad como Pan de vida, y la pobreza de este mundo dio paso a los tesoros de tu Reino. En la oración experimentó tu silencio como misterio presente y la soledad lo llevó a la comunión con todos los hombres. En los brazos de la Virgen Madre abrazó a tu Hijo como el gran Amigo de la humanidad, y la hostilidad se rindió a la hospitalidad.
Ahora nosotros, Padre, te suplicamos que por amor a Jesucristo no retires tu Aliento divino a la obra de los amigos de Jesús que un día comenzaste profundamente conmovido en tus entrañas amorosas de Padre, que transformes nuestros corazones de piedra en corazones de carne y que nos concedas la gracia particular de (se hace la petición), mientras rendimos a Ti, a tu Hijo y a tu Santo Espíritu. Amén.



viernes, 23 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (VIERNES)


Ofrece lo que padeció nuestro Señor con el grave peso de la Cruz, hasta ser en ella crucificado, y dirás: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran fatiga de llevar la Cruz, tan pesada que te hizo una gran llaga en el hombro, sobre las muchas que tenías en tu santísimo Cuerpo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas mortales congojas que tuviste, ocasionadas por los soldados en el camino del Calvario, tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que te hicieron con las injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con tantos malos tratamientos como si fueras el hombre más malvado del mundo que llevaban al suplicio.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas tres caídas que tuviste con el grave peso de la Cruz, como debilitado y sin fuerzas, y así mismo te ofrezco aquella gran impiedad con que te levantaron del suelo, tirando de las sogas con que te llevaban atado.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel sumo desprecio con que fuiste sacado de la ciudad, cargando con la Cruz, atado, escarnecido y vituperado de todo el pueblo y acompañado de unos ladrones, como el más facineroso del mundo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella pena y dolor con que tu Madre Santísima te iba buscando por las calles de Jerusalén, y habiéndote hallado, la apartaron luego de tu presencia, haciéndote caminar aprisa al monte Calvario.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran flaqueza y desmayo que sentiste, y no pudiendo por ellos cargar el grave peso de la Cruz, te dieron al Cirineo, para que te ayudara a llevarla hasta el Calvario.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel intenso dolor que sentiste cuando con tanta impiedad te arrancaron y quitaron la túnica, que estaba pegada a las llagas de tu santísimo Cuerpo, y se renovaron todas las heridas, arrojando por todas ellas copiosa sangre, y en especial de la cabeza, por haberse movido la corona de espinas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos mortales dolores que sentiste en las manos y en los pies cuando te clavaron en la Cruz, y asimismo los dolores de tu Santísima Madre cuando veía poner los clavos y sentía los golpes.
Yo te ofrezco. dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella oferta sacrosanta que Tú mismo hiciste al eterno Padre en el altar de la Santísima Cruz para redimir al hombre y abrirnos las puertas del Cielo.



LAS QUINCE ORACIONES DE SANTA BRÍGIDA

Primera Oración

¡Oh Jesucristo, sois la eterna dulzura de todos los que os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores! Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de vuestra Concepción y especialmente durante vuestra Sagrada Pasión; tal como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad, según el plan divino.
Acordaos, oh Señor, que durante la última cena con vuestros discípulos les lavasteis los pies; y después, les disteis vuestro Sacratísimo Cuerpo y vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: "Mi Alma está triste hasta la muerte".
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado en vuestro Sagrado Cuerpo antes del suplicio de la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por vuestro discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiéndoos bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores, que habéis soportado antes de vuestra Pasión en la Cruz, concededme, antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción, y la remisión de todos mis pecados. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Segunda Oración

¡Oh Jesús, verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando vuestros enemigos, como leones furiosos, os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas os suplico,  ¡oh mi Salvador y Redentor!, que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Tercera Oración

¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo y todo es sostenido bajo vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y, no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron vuestro Cuerpo en la Cruz y, a fuerza de jalones y de violentos estirones, en todas direcciones, dislocaron vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, os suplico me concedáis la gracia de temeros y amaros. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Cuarta Oración

¡Oh Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido en todos vuestros Miembros, que fueron distendidos a tal grado que no ha habido dolor semejante al vuestro. Desde la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por vuestros enemigos a vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Quinta Oración

¡Oh Jesús, espejo del Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación las almas que habían de condenarse. A la luz de vuestra Divinidad habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían mediante los méritos de vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados; y os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad, y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso", hago esta súplica, dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Sexta Oración

¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También fuisteis abandonado de todos vuestros parientes y amigos, con la excepción de vuestra muy amada Madre. En vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos. Luego, la encomendasteis a vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: "Mujer, he aquí a tu hijo!" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!".
Os suplico, ¡oh mi Salvador!, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y, en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, tened piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Séptima Oración

¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: "Tengo sed". Era sed por la salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador! Os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la perfección en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Octava Oración

¡Oh Jesús, dulzura de los corazones y deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte, para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Novena Oración

¡Oh Jesús, virtud real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte, insultado y ultrajado por los judíos. Clamasteis en voz alta que habíais sido abandonado por vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Por esta angustia, os suplico, ¡oh mi Salvador!, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Décima Oración

¡Oh Jesús, principio y fin de todas las cosas, sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. En consideración a la enormidad de vuestras llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a vos, todos vuestros Mandamientos, cuyo camino en vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que os aman. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Undécima Oración

¡Oh Jesús, abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las llagas que penetraron hasta la médula de vuestros Huesos y Entrañas para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de vuestras Llagas hasta que vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Duodécima Oración

¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, ¡oh dulce Jesús!, por la efusión de vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubisteis de hacer por nosotros que no hayáis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, vuestro Amor aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que os pido me concedáis en el Cielo. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Decimotercera Oración

¡Oh Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: "Todo está consumado". Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente esté tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Decimocuarta Oración

¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de vuestra Alma, a vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre, en Tus Manos encomiendo mi Espíritu!". Desgarrado vuestro Cuerpo, destrozado vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de vuestra Misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por vuestra Preciosa Muerte, os suplico, ¡oh Rey de los santos!, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, a la carne y al mundo, a fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y, a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

Decimoquinta Oración

¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.
De vuestro Costado, perforado con la lanza por un soldado, ha brotado Sangre y Agua, hasta no quedar en vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne vuestra fue destrozada; la substancia de vuestro Cuerpo fue marchitada y disecada la médula de vuestros Huesos. Por esta amarga Pasión, y por la efusión de vuestra preciosa Sangre, os suplico, ¡oh dulcísimo Jesús!, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.
- Padrenuestro... Ave María...

ORACIÓN A SANTA BRÍGIDA, PATRONA DE EUROPA

Señor Dios nuestro, que por vuestro Unigénito Hijo habéis revelado a santa Brígida los secretos del cielo, haced, por su piadosa intercesión, que vuestros servidores un día se regocijen eternamente en la posesión de vuestra gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


 

MEDITACIÓN VIERNES XVI TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor




jueves, 22 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (JUEVES)


Ofrece al acerbísimo tormento de la coronación de espinas como sigue: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos pasos dolorosos que diste cuando te llevaban al puesto y lugar de la coronación de espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaban tu sangre preciosísima, después de la áspera y cruel flagelación.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel vivo dolor que sentiste cuando te desnudaron por segunda vez, renovando las llagas de los azotes al despegar la túnica de tu santísimo Cuerpo con una crueldad inhumana.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella rigurosa crueldad con que los soldados asentaron sobre tu santísima cabeza una tirana corona, apretándola con fieros golpes para que penetrasen las espinas, causando tan intenso dolor que se deja a la piadosa consideración.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella sangre preciosa que salió de tu divina cabeza, corriendo hasta la tierra, estando Tú con humildad profundísima sujeto a esos cruelísimos tiranos, ofreciendo al eterno Padre tan atroz tormento por la salvación eterna.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos afrentosos golpes que te dieron sobre la corona de espinas con la misma caña que te pusieron por cetro para que penetrasen más sus puntas y fuesen más profundas las heridas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos oprobios, injurias y baldones que te hicieron los soldados cuando, puesto de rodillas, te dieron tantas bofetadas, saludándote tan ignominiosamente con aquellas irrisorias palabras: "Dios te salve, rey de los judíos", como si fueses rey de burlas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran afrenta, cuando con sucias y hediondas salivas mancharon los soldados insolentes tu divino rostro, tan copiosamente que te desfiguraron del todo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella virginal y angelical erubescencia que sentiste cuando en aquella lamentable forma, casi desnudo, te mostró Pilato al numeroso pueblo diciendo Ecce Homo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel grito diabólico del pueblo judaico cuando clamó diciendo: "¡Crucifícalo, crucifícalo!", llenando de pavor y espanto mortal tu purísimo Corazón con la sangrienta muerte a que te condenaban.
 

MEDITACIÓN SANTA MARÍA MAGDALENA (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice: «¡María!».
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.

Palabra del Señor





miércoles, 21 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (MIÉRCOLES)


Ofrece los tormentos y desprecios que el Señor padeció en casa de Pilato y Herodes, hasta el gran tormento de los cruelísimos azotes, y dirás con devoción lo siguiente 
:

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas tres falsas acusaciones que los judíos dieron contra Ti a Pilato; esto es, que engañabas a los pueblos, que mandabas no se pagara tributo al César y que te hacías rey de los judíos.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran humildad con que te dejaste llevar atado por las calles públicas de Jerusalén, y presentarte como a malhechor al rey Herodes, quien hizo burla y escarnio de tu inocencia y grandeza divina.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel vilísimo desprecio con que te trató aquel soberbio rey cuando mandó ponerte vestidura blanca, como a un loco, y presentarte así delante de los príncipes, escribas y fariseos, y de una turba muy grande.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos gravísimos escarnios que sufriste de todo el pueblo cuando por las calles de Jerusalén te llevaban con la vestidura blanca y te llenaban de injurias y baldones.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas horribles voces de los judíos cuando decían: "¡Muera, muera!, ¡crucifícalo, crucifícalo!", y daban por libre a Barrabás hiriendo con tan cruel sentencia tu purísimo Corazón y el de tu Santísima Madre.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos pasos que diste hacia la columna donde habías de ser azotado, y aquella grandeza de amor y humildad con que te ofreciste a tan cruelísimo tormento.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel gran rubor y vergüenza que tuviste cuando te desnudaron por el tormento, y asimismo aquellos vivísimos  dolores que te causaron las ligaduras de los brazos y las manos, que fueron de fuerte mortificación.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, uno por uno, todos aquellos fuertes azotes que dieron a tu sacratísimo cuerpo aquellos verdugos infernales, rompiendo tus carnes santísimas y derramando copiosamente tu preciosa sangre.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel imponderable dolor que tuvo tu Madre Santísima por este tormento; pues cuantos golpes dieron en tu delicadísimo Cuerpo, tantos puñales atravesaron sus purísimas entrañas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos horribles dolores que te causaron por todo tu cuerpo santísimo, y las llagas que te hicieron con más de cinco mil azotes, y aquel desmayo tan grande que al último tuviste por el intenso dolor y falta de sangre, cayendo en tierra como difunto.




MEDITACIÓN MIÉRCOLES XVI TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del libro del Éxodo (16,1-5.9-15):

Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad».
El Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no. el día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recojan a diario».
Moisés dijo a Aarón: «Di a la comunidad de los israelitas: "Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones"».
Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.
El Señor dijo a Moisés: «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles de mi parte: "Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan, para que sepáis que yo soy el Señor, Dios vuestro"».
Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo parecido a la escarcha.
Al verlo, los israelitas se dijeron: «¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era.
Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer».

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol. se abrasó, y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor