jueves, 22 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (JUEVES)


Ofrece al acerbísimo tormento de la coronación de espinas como sigue: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos pasos dolorosos que diste cuando te llevaban al puesto y lugar de la coronación de espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaban tu sangre preciosísima, después de la áspera y cruel flagelación.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel vivo dolor que sentiste cuando te desnudaron por segunda vez, renovando las llagas de los azotes al despegar la túnica de tu santísimo Cuerpo con una crueldad inhumana.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella rigurosa crueldad con que los soldados asentaron sobre tu santísima cabeza una tirana corona, apretándola con fieros golpes para que penetrasen las espinas, causando tan intenso dolor que se deja a la piadosa consideración.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella sangre preciosa que salió de tu divina cabeza, corriendo hasta la tierra, estando Tú con humildad profundísima sujeto a esos cruelísimos tiranos, ofreciendo al eterno Padre tan atroz tormento por la salvación eterna.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos afrentosos golpes que te dieron sobre la corona de espinas con la misma caña que te pusieron por cetro para que penetrasen más sus puntas y fuesen más profundas las heridas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos oprobios, injurias y baldones que te hicieron los soldados cuando, puesto de rodillas, te dieron tantas bofetadas, saludándote tan ignominiosamente con aquellas irrisorias palabras: "Dios te salve, rey de los judíos", como si fueses rey de burlas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran afrenta, cuando con sucias y hediondas salivas mancharon los soldados insolentes tu divino rostro, tan copiosamente que te desfiguraron del todo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella virginal y angelical erubescencia que sentiste cuando en aquella lamentable forma, casi desnudo, te mostró Pilato al numeroso pueblo diciendo Ecce Homo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel grito diabólico del pueblo judaico cuando clamó diciendo: "¡Crucifícalo, crucifícalo!", llenando de pavor y espanto mortal tu purísimo Corazón con la sangrienta muerte a que te condenaban.
 

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