martes, 20 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (MARTES)

Ofrece los tormentos que el Señor padeció en la noche de su Pasión en la casa de Caifás, diciendo:

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel gran ultraje con que fuiste llevado y puesto en la presencia del pontífice Caifás, quien te recibió con una infernal indignación, hecho blanco de sus iras y de los ministros y soldados que estaban con él.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, las acusaciones inicuas y falsos testimonios que te levantaron aquellos hombres vilísimos, no habiéndose comprobado cosa alguna contra tu inocencia.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel admirable silencio tuyo, no respondiendo ni una palabra para defenderte de tantas falsedades, injurias y calumnias como te imponían, dejándonos ese ejemplo admirable para imitarlo en nuestras adversidades.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel torpe y escandaloso conjuro que te hizo el soberbio Caifás para que respondieses si eras Hijo de Dios, a quien con profundísima humildad, por reverencia del Padre, respondieras que sí, y que con gran majestad vendrías un día a juzgar el mundo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella injuriosa afrenta que te hicieron aquellos ministerios infernales después de haber oído tu respuesta, y debiendo postrarse y adorarte como verdadero Dios, te acusaron de blasfemo y hombre merecedor de una afrentosa muerte.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel rabioso furor con que tus pérfidos enemigos te embistieron después de que confesaste ser el Hijo de Dios vivo, hiriendo con crueles bofetadas tu divino rostro y maltratando tu Cuerpo santísimo con golpes, llevando con tanta mansedumbre estas ofensas horribles que no se te oyó la menor queja.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel oprobio vilísimo de escupir en tu soberano rostro con tantas y tan hediondas salivas que no se hallan palabras para explicar tan gran desprecio y maldad.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella injuriosa burla y mofa con que te trataron los judíos cuando te vendaron los ojos con un paño muy sucio, y dándote muchos golpes decían: "Profetiza y adivina quién te ha herido", pues te preciaban de ser profeta.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, las tres negaciones ingratas de tu apóstol san Pedro y la gran compasión que con él tuviste cuando con tanta piedad le miraste, que volvió en sí, se dolió y comenzó a llorar amargamente su pecado.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, todas aquellas penas y ultrajes que padeciste en toda aquella tristísima y funesta noche, habiendo quedado al arbitrio de tus enemigos y de gente vilísima para ser atormentado a su voluntad, no cesando de afligirnos con todos aquellos géneros de tormentos, afrentas y desprecios que te hicieron con su diabólica crueldad.




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