viernes, 23 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (VIERNES)


Ofrece lo que padeció nuestro Señor con el grave peso de la Cruz, hasta ser en ella crucificado, y dirás: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran fatiga de llevar la Cruz, tan pesada que te hizo una gran llaga en el hombro, sobre las muchas que tenías en tu santísimo Cuerpo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas mortales congojas que tuviste, ocasionadas por los soldados en el camino del Calvario, tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que te hicieron con las injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con tantos malos tratamientos como si fueras el hombre más malvado del mundo que llevaban al suplicio.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas tres caídas que tuviste con el grave peso de la Cruz, como debilitado y sin fuerzas, y así mismo te ofrezco aquella gran impiedad con que te levantaron del suelo, tirando de las sogas con que te llevaban atado.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel sumo desprecio con que fuiste sacado de la ciudad, cargando con la Cruz, atado, escarnecido y vituperado de todo el pueblo y acompañado de unos ladrones, como el más facineroso del mundo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella pena y dolor con que tu Madre Santísima te iba buscando por las calles de Jerusalén, y habiéndote hallado, la apartaron luego de tu presencia, haciéndote caminar aprisa al monte Calvario.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gran flaqueza y desmayo que sentiste, y no pudiendo por ellos cargar el grave peso de la Cruz, te dieron al Cirineo, para que te ayudara a llevarla hasta el Calvario.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel intenso dolor que sentiste cuando con tanta impiedad te arrancaron y quitaron la túnica, que estaba pegada a las llagas de tu santísimo Cuerpo, y se renovaron todas las heridas, arrojando por todas ellas copiosa sangre, y en especial de la cabeza, por haberse movido la corona de espinas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos mortales dolores que sentiste en las manos y en los pies cuando te clavaron en la Cruz, y asimismo los dolores de tu Santísima Madre cuando veía poner los clavos y sentía los golpes.
Yo te ofrezco. dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella oferta sacrosanta que Tú mismo hiciste al eterno Padre en el altar de la Santísima Cruz para redimir al hombre y abrirnos las puertas del Cielo.



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