lunes, 19 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (LUNES)



Ofrece las penas y tormentos que el Señor padeció desde que fue preso hasta que lo presentaron al pontífice Anás, diciendo: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella prontitud de ánimo que mostraste para morir cuando, levantándote de la oración bañado del sudor de sangre, saliste a encontrar a tus enemigos, diciendo que Tú eras aquel a quien ellos buscaban.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, el gran dolor que sentiste por la gravísima culpa de la traición de Judas, vendiéndote a los judíos por treinta monedas de plata, y con el fingido ósculo de paz entregándote en manos de tus enemigos; dolor tan agudo y sensible que es uno de los mayores que atravesaron tu piadosísimo Corazón.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos actos de heroica piedad que diste lugar a tus crueles enemigos para que se levantasen de la tierra, y curaste la oreja, que tu fervoroso discípulo había cortado con celo en tu defensa, al indigno siervo del pontífice que te venía a aprehender.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella gravísima tribulación que padeciste cuando fuiste embestido en el huerto por tanto número de soldado que te prendieron y ataron con tan inhumana crueldad que es imposible comprenderla con humano discurso.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos actos internos que en medio de las opresiones hacías por amor a Dios, de tolerancia y resignación, ofreciendo siempre al eterno Padre todos aquellos malos tratamientos que te hacían, en satisfacción de nuestros pecados.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel dolor vivísimo que te atravesó el corazón cuando, en medio de tales tribulaciones, te hallaste solo y abandonado de tus más queridos amigos, los cuales, cuando te vieron preso y atado, huyeron todos y se dispersaron.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas aflicciones y dolores que sufriste desde el huerto hasta la casa de Anás, por tantos golpes que te daban y las blasfemias que te decían los verdugos, haciéndote caminar con tanta prisa y desprecio por fuera y dentro de la ciudad.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel acto de humildad y mansedumbre cuando delante del pontífice Anás estuviste con las manos atadas en forma de reo, y oyendo los cargos que te hacían y las falsas acusaciones que daban contra Ti como si fueras el hombre más facineroso y más malo del mundo.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella cruelísima bofetada que te dio aquel hombre vilísimo con tan infernal furia que te desfiguró la mejilla, y la indecible paciencia, mansedumbre y dignidad con que le hablaste a aquel indigno pontífice.




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