sábado, 24 de julio de 2021

OFRECIMIENTO DIARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (SÁBADO)


Ofrece lo que padeció nuestro señor en la Cruz mientras en ella estuvo vivo y pendiente. Dirás como sigue: 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella suma de todos los grandes dolores que en tu divino Cuerpo padeciste, desde los pies a la cabeza, sin haber parte que no padeciera y fuese atormentada con pena vehementísima.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas tres horas que estuviste vivo pendiente de la Cruz con aquellos sumos dolores de las manos, pies y cabeza por las heridas de los clavos y las espinas.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos terribles dolores que te ocasionaban las principales llagas de tu divino Cuerpo, como la del hombro, de la espalda, de las rodillas, de los ojos y de algunos huesos fuera de sus lugares.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellos dolores mortales que atormentaban tu piadosísimo Corazón, singularmente viendo a tu Santísima Madre al pie de la Cruz, al amado discípulo y a la penitente y amorosa Magdalena.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas palabras injuriosas que te gritaban los judíos ingratos, estando clavado en el madero santo de la Cruz.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquellas fervientes lágrimas con que estando en la cruz rogabas al eterno Padre que perdonase a tus enemigos.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella sed ardientísima que te atormentaba las entrañas cuando exclamaste diciendo: "¡Tengo sed!".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquella bebida amarga de hiel y vinagre que te dieron en una esponja, y gustándola, llenaste de amargura tu santísima boca.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel doloroso clamor que diste viéndote desamparado del Padre, de los amigos y discípulos amados, explicando tu dolor con aquellas palabras: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, la amorosa queja que diste a tu eterno Padre, fundada en que no te enviaba algún consuelo y alivio para entretener más tu vida, para que los tormentos y penas que padecías no te la acabaran de quitar, por el ardiente amor y deseo que tenías de estar más tiempo padeciendo en el sagrado leño de la Cruz, en servicio de tu Padre y provecho de los hombres.
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, aquel sumo y último dolor que sentiste al separar tu alma santísima del Cuerpo, encomendando el espíritu en las manos del eterno Padre, con aquellas palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del purgatorio, todos los dolores, angustias y trabajos que padeció tu Madre Santísima al pie de la Cruz, en su soledad, en la herida del costado y en tu entierro, hasta que te vio resucitado.




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