Adrián y Eubulo decidieron ir a visitar a los cristianos a Cesarea durante la época de persecución del emperador Diocleciano.
Sin embargo, los guardias les impidieron entrar y los interrogaron. Los dos mártires, conocedores de las leyes de Dios, no mintieron y les dijeron que habían ido a visitar a los cristianos.
Los guardias detuvieron a los dos santos y los llevaron ante Firmiliano, gobernador de Palestina. Él ordenó que fueran azotados sin piedad alguna y, posteriormente, desgarrados de las carnes por garfios de hierro para que los leones los atacaran fácilmente.
Dos días después, mientras se celebraban las fiestas en honor a la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado por orden del gobernador luego de que un león lo hubiera dejado gravemente herido. Su esposa, santa Natalia, lo acompañó en la hora de la prueba, dándole ánimo y consuelo.
Eubulo también fue decapitado en los días posteriores. Aunque el juez le prometió la libertad a cambio de que sacrificara a los ídolos, él optó por morir fiel a sus creencias.
ORACIÓN
Padre Todopoderoso, Tú que llenaste de amor y esperanza a san Adrián mientras era torturado por los herejes, danos fuerzas para que las malas acciones de los demás no nos derroten. Él derramó su sangre por el infinito amor que siente por Ti y soportó todo tipo de maltratos gracias a la fortaleza que le otorgaste. Por eso, nosotros te pedimos, mediante su intercesión, que nos bendigas para que seamos testigos de ese amor. Amén.
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