Infunde, Señor, en nuestros corazones el fuego del Espíritu Santo, del que llenaste tan admirablemente el alma de la beata Sibilina, para que, sostenidos por esta luz celeste, escrutemos los secretos de Cristo crucificado y crezcamos siempre en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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