Hombre de profunda fe y piedad, de carácter enérgico y muy caritativo. Cuando tuvo que retirar el Santísimo de la parroquia, llorando de rodillas, le oyeron decir: “Otra vez te echan de tu casa”. Se refugió en casa del médico Dr. Antonio Linares Pezzi, hasta que un día le dijo: “Aquí yo no hago nada. Pero en la cárcel, entre los que ahora están sufriendo, podría hacer mucho bien. Ahora me necesitan”. Por esto salió y lo detuvieron. Cuando lo conducían a la cárcel de Málaga, el jefe de la patrulla, que era concejal socialista, le dijo: “don Antonio, de todos los presos que llevo, el que va en más peligro es usted, por ser sacerdote. Yo no quiero llevarlo a que lo maten. Bájese y escóndase donde pueda, y yo diré que se escapó”. Don Antonio, agradecido, contestó: “El pastor debe ir a donde vayan las ovejas”. Entonces, al llegar a Málaga, lo llevaron a la zona de Martiricos, donde lo fusilaron, y antes de expirar lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego.
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