Oh hermosa santa Francisca, tú que, conociendo las trampas que el mundo tiende a las almas y la falsedad de sus promesas, quisiste desde tu más tierna edad retirarte a un claustro para poder disfrutar más libremente de los frutos benditos de la unión íntima con Dios, obtén para nosotros, todavía tan sujetos a la adulación de la época, una santa execración del mundo y sus máximas necias, para que nunca triunfen en nuestro corazón, y entendamos que quien quiera encontrar aprobación de los hombres no puede ser un verdadero siervo de Dios. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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