Buenos días. Es jueves y os animo a rezar por las vocaciones, especialmente pidamos por la vocación al sacerdocio. Las lecturas hoy nos presentan el amor de Dios, a pesar de nuestro corazón endurecido. La primera lectura nos presenta a Matatías, que no se doblega ante los funcionarios del rey, sino que responde dejando todo y echándose al campo para resistir. Recuerda la tentación de Cristo, que en el desierto el demonio le pide adoración y le ofrece innumerables riquezas, pero Cristo responde como Matatías, sólo a Dios debemos adorar. Jerusalén no reconoce la venida de Dios, y Cristo se entristece por lo que está por venir, porque quien tiene el Amor de Dios en su vida, no necesita nada más. Preguntémonos qué tenemos en nuestro interior que nos impide descubrir su Amor y adorarle. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque quien sigue buen camino ve la salvación de Dios.
1ª Lectura (1Mac 2, 15-29): En aquellos días, los enviados del rey Antíoco, encargados de hacer apostatar a los israelitas, llegaron a la ciudad de Modín para obligarlos a sacrificar a los ídolos. Muchos israelitas se les sometieron; en cambio, Matatías y sus hijos se les opusieron tenazmente. Los enviados del rey se dirigieron entonces a Matatías y le dijeron: «Tú eres un hombre ilustre y poderoso en esta ciudad y cuentas con el apoyo de tus hijos y de tus hermanos. Acércate, pues, tú primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los hombres de Judea y los que han quedado en Jerusalén. Así, tú y tus hijos serán contados entre los amigos del rey y serán recompensados con oro, plata y muchos regalos». Matatías les contestó con voz firme: «Aunque todas las naciones que forman los dominios del rey obedezcan sus órdenes y apostaten de la religión de sus padres, mis hijos, mis hermanos y yo nos mantendremos fieles a la alianza de nuestros padres. ¡Dios nos libre de abandonar nuestra ley y nuestras costumbres! No obedeceremos las órdenes del rey ni ofreceremos sacrificios a los ídolos, porque así quebrantaríamos los mandamientos de nuestra ley y seguiríamos un camino equivocado».
Apenas había acabado de hablar Matatías, un judío se adelantó, a la vista de todos, para ofrecer sacrificios a los ídolos en el altar, conforme al decreto del rey. Al verlo, Matatías se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa, corrió hasta el judío y lo degolló sobre el altar. Mató, además, al enviado del rey, que obligaba a hacer sacrificios, y destruyó el altar. En su celo por la ley, imitó lo que hizo Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú. Luego empezó a gritar por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, que me siga». Y, dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas. Por entonces, muchos judíos que buscaban la justicia y querían ser fieles a la ley, se fueron a vivir al desierto.
Salmo responsorial: 49
R/. Dios salva al que cumple su voluntad.
Habla el Dios de los dioses, el Señor, y convoca a cuantos viven en la tierra. En Jerusalén, dechado de hermosura, el Señor se ha manifestado.
Congreguen ante mí a los que sellaron sobre el altar mi alianza. Es Dios quien va a juzgar y el cielo mismo lo declara.
Mejor ofrece a Dios tu gratitud y cumple tus promesas al Altísimo, pues yo te libraré cuando me invoques y tú me darás gloria, agradecido.
Versículo antes del Evangelio (Sal 94, 8): Aleluya. No endurezcáis vuestro corazón, como el día de la rebelión en el desierto, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 19, 41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
Jesús, al acercarte a Jerusalén y ver la ciudad, dijiste llorando:
-¡Si al menos Tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.
¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas y no has querido!
Al acercarte a mi vida, me dices llorando: -¡Si al menos Tú comprendieras lo mucho que te amo; si al menos Tú comprendieras que estoy siempre dispuesto a acompañarte, a escucharte, a consolarte, a darte fuerza; si al menos Tú cuidaras a tus hermanos más necesitados!
Señor, sé que Tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que Tú eres pan y no me acerco a saciar mi hambre; sé que Tú eres paz y no me acerco a curarme de mis inquietudes; sé que Tú eres alegría y prefiero quedarme a solas con mi tristeza...
Prefiero hacer otras cosas, acercarme a otras personas, aunque sé que sólo Tú puedes colmar el gran corazón que me diste.
Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a Ti, sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por Ti, para vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la gallina.
Así te lo pido. Así sea.
_-_(MeisterDrucke-890127).jpg)


No hay comentarios:
Publicar un comentario