miércoles, 27 de octubre de 2021

SAN VICENTE, SANTA SABINA Y SANTA CRISTETA, MÁRTIRES



San Vicente de Talavera, Santa Sabina de Talavera y Santa Cristeta de Talavera, como son conocidos individualmente, quedaron huérfanos tempranamente, siendo Vicente, el mayor, quien se encargó del cuidado de sus hermanas, casi unas niñas.

La tradición  achaca a Publio Daciano, prefecto romano de Hispania y gobernador de la Bética,  el martirio infligido a los tres hermanos de Talavera.

Publio Daciano llegó a Talavera de la Reina tras pasar por Barcelona, Zaragoza y Toledo aplicando el decreto de persecución de los cristianos. Allí Vicente fue denunciado como cristiano y presentado ante el prefecto. Confesó que era cristiano y fue requerido para que abjurara de su fe e hiciera sacrificios a los dioses del imperio. ​

Como no lo hizo, fue enviado al templo de Júpiter para que ofreciese el pertinente sacrificio. Dice la leyenda que, al pisar templo, la piedra se ablandó como cera bajo sus pies, dejando marcadas en el suelo las huellas de sus plantas y del báculo en que se apoyaba. Hoy día se venera en Talavera de la Reina una losa con dos pies y un hoyo circular marcados atribuidos a aquel episodio.​

Amedrentados, los guardias se van despavoridos. Vicente recoge a sus hermanas Sabina y Cristeta en su casa y los tres huyen a través de la sierra que hoy lleva su nombre.​ Otra versión dice que fueron los arúspices del templo quienes consideraron el hecho de la piedra un mal augurio y pidieron al prefecto que encerrara tres días a Vicente para ver si se retractaba. Encerrado, fue visitado por sus hermanas, que le pidieron que escapara con ellas para poder cuidarlas. Ayudados por centinelas huyeron.​ Se escondieron en una cueva y siguieron en su huida hasta la ciudad de Ávila, donde fueron apresados, pero al negarse a abjurar del cristianismo sufrieron martirio.



Murieron cuando después de emplear varios sistemas de tormento, les aplastaron la cabeza con una piedra según algunos o con una prensa según otros.




Un judío que se reía del respeto de los abulenses por los restos de los mártires fue atacado por una serpiente que salió de la cueva de la Soterraña en Ávila y, arrepentido, dio el dinero para construir una iglesia sobre su sepultura.




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