jueves, 30 de diciembre de 2021

SAN SABINO, MÁRTIR


San Sabino fue el primer obispo de Faenza, más tarde se retiró a vivir una vida eremítica en el bosque de Liba y por último fue nombrado obispo de Spoleto, y en este cargo fue objeto de martirio.

En 303 compartían el cargo de emperador Diocleciano y Maximiano. Diocleciano firmó un edicto de persecución, que desencadenó la que sería la última y más brutal persecución contra los cristianos. Venustiano, prefecto de Tuscia y Umbría, llevó a cabo la detención de Sabino y de sus diáconos Marcellus y Exusperantius, junto a otros religiosos.

A lo largo de los siguientes días, durante la vista de la causa, Sabino se permitió entablar con Venustiano un inteligente enfrentamiento verbal, de tal manera que el prefecto, finalmente, le puso en la disyuntiva de ofrecer sacrificios a los dioses romanos o morir torturado. Sabino contestó que deseaba morir martirizado como lo había sido su Señor Jesucristo, de modo que pudiese resucitar como aquel. Entonces le ofreció al prefecto enseñarle lo insignificantes que eran los dioses romanos. Tomó una estatua de Júpiter y la lanzó con cierta violencia contra el suelo, quedando hecha añicos. A la vista de este sacrilegio, el prefecto, espantado y temeroso, mandó cortar las manos de Sabino. A continuación, mandó que los diáconos Marcellus y Exsuperantius fueran también torturados hasta morir agónicamente y, mientras invocaban a Jesucristo, se ejecutó el martirio de ambos.

Sin embargo, la condena de Sabino se aplazó. Fue visitado en la prisión y curado por una piadosa viuda llamada Serena, ya entrada en años. A su nieto Priscianus lo cegaron, pero fue curado por Sabino. También Venustiano padecía de dolores oculares y pidió a Sabino que le diera medicinas para su cuerpo y para su alma. El obispo, pasados unos días, le instruyó en las creencias cristianas y con sus mutiladas manos le impuso el sacramento del bautismo. Curado de sus dolores, el prefecto hizo bautizar también a su esposa y a sus dos hijos. Llegado esto a oídos del emperador Maximiano envió a Asís al tribuno Lucius con el propósito de que decapitara al prefecto y a su familia. Finalmente, llevó a Sabino a Spoleto para la vista de la causa. Se le flageló hasta la muerte. La viuda Serena lo hizo enterrar a dos leguas de la ciudad.



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