lunes, 13 de diciembre de 2021

SANTA LUCÍA, MÁRTIR



Santa Lucía nació en Siracusa, una ciudad de la provincia romana de Sicilia, en el año 283. Sus padres fueron Eutiquia y Lucio, nobles adinerados.   Perdió a su padre durante la infancia y Lucía fue educada en la fe cristiana. Se consagró a Dios siendo muy joven y mantuvo en secreto su voto de virginidad.

Su madre la exhortó a contraer matrimonio con un joven pagano. Para evitar el matrimonio, Lucía persuadió a su madre de que fuese a Catania a orar ante la tumba de Santa Ágata  para obtener la curación de unas hemorragias. Ella misma acompañó a su madre, y Dios escuchó sus oraciones y curó a su madre.  Entonces, Lucía dijo a su madre que deseaba consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los pobres.  Llena de gratitud por el favor del cielo, Eutiquia le dio permiso. El pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como cristiana ante el pro-cónsul Pascasio. La persecución de Diocleciano a los cristianos estaba entonces en todo su furor.

Fue detenida y conducida ante un juez, que le presionó cuanto pudo para convencerla a que apostatara de la fe cristiana.  Ella le respondió: "Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo". 

El juez le preguntó: "Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?".

La jovencita respondió: "Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor".

El juez entonces la amenazó con llevarla a un prostíbulo para someterla a la fuerza a la ignominia y que la violaran.  Ella le respondió: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma es consciente". 

No pudieron llevar a cabo la sentencia pues Dios impidió que los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Probaron también a atarla de pies y manos, pero por más que se esforzaban no podían moverla, la muchacha permanecía rígida como una roca.  Pascacio, al enterarse de lo sucedido, acusa a Lucía de brujería, por lo cual fue llevada a la hoguera, pero el fuego no le afectaba nada. Luego le sacaron los ojos, pero a pesar de estar ciega siguió viendo. Pascacio, enfurecido, ordenó que la desnudasen y vertieran sobre su cuerpo aceite y pez hirviendo, pero sus carnes quedaron indemnes. Entonces la condenó a ser decapitada. Era el día 13 de diciembre del año 304.
Ella se arrodilló preparada para su golpe mortal. Fue decapitada, pero aún con la garganta cortada, la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "amén".
 




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