sábado, 28 de octubre de 2023

MARTIRIO Y ORACIÓN SAN JUDAS TADEO Y SAN SIMÓN EL CANANEO


Judas Tadeo y Simón el Cananeo  recorrieron Siria predicando, convirtiendo y bautizando a sus habitantes. Al entrar en la ciudad de Suamir fueron sorprendidos por dos hechiceros paganos llamados Zaroes y Arfaxat que los obligaron a adorar a sus dioses. Al negarse a ello, ambos fueron sentenciados a muerte.

Según la tradición católica, a Simón el Cananeo lo martirizaron aserrándolo por medio, y a Judas Tadeo le habrían aplastado la cabeza con una maza y se la habrían seccionado con un hacha o un shamsir. De allí que se lo represente con alguno de estos instrumentos de muerte en la mano. 


ORACIÓN

Oh gloriosos san Simón y san Judas, Apóstoles del Señor, a quienes la Iglesia celebra unidos, a vuestra intercesión acudo confiado.

Oh glorioso san Simón llamado el Cananeo o el Zelota, “celoso por servir al Dios único con plena entrega”, que te distinguiste por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. En tu elección veo cómo a Jesús no le importan los diferentes grupos sociales y religiosos, sino que a Él le interesan las personas. Haz que yo me caracterice también por mi celo a Dios, a sus mandamientos, a la Iglesia, a las almas… que mi corazón abrasado de amor de Dios irradie el Evangelio a todos hasta los confines de la Tierra.

Oh glorioso san Judas Tadeo, «magnánimo», que en la última cena preguntaste al Señor: “¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». También nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: «Si alguno me ama, guardará mi palabra,  y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él». Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa, Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.

En tu carta, san Judas, nos enseñas a conservar la fe recibida, ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia «alucinados en sus delirios». Enséñame a permanecer fiel a la fe recibida, al Magisterio de la Iglesia, a las enseñanzas del Papa… No permitas que seamos “nubes sin agua zarandeadas por el viento,  árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz, olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza,  estrellas errantes  a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre”, sino que defendamos la fe con todo nuestros empeño, esforzándonos en el estudio y la predicación. Haz que como tú, yo viva en plenitud la fe, en la integridad moral y en la alegría, en la confianza y, por último, en la alabanza.

San Simón el Cananeo y san Judas Tadeo, ayudadme a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.

San Simón y san Judas, rogad por nosotros que somos pobres y pecadores. Amén.


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