San Crisanto y santa Daría no pudieron ser inducidos, ni por las amenazas ni por las promesas, a adorar a los ídolos. Viéndolos firmes y dispuestos a morir antes que ofender a Dios, el tirano hizo envolver a Crisanto en la piel de un buey y lo expuso así a los ardores de un sol ardiente; hizo conducir a Daría a un lugar de libertinaje, pero un león la defendió contra las infames tentativas de sus enemigos. Entonces el tirano los hizo arrojar a los dos en un gran brasero, pero salieron de entre las llamas sin haber experimentado mal alguno. Por fin, fueron conducidos a un arenal y allí enterrados vivos bajo un montón de piedras.
ORACIÓN: Haz, benignamente, Señor, que tus mártires san Crisanto y santa Daría intercedan por nosotros, a fin de que tributándoles nuestros humildes homenajes, experimentemos los efectos de su constante protección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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