Señor, Tú, cuya cabeza llevó en aquel tiempo una corona de espinas, diste a san Severo una aureola reluciente y el reino de los cielos por un clavo que penetró en su cabeza.
Concédenos, Señor, a nosotros tus siervos, por este mártir tuyo, Severo, pontífice, por sus gloriosos méritos, que con su piadosa intercesión seamos protegidos de todas las adversidades. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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