jueves, 11 de julio de 2013

EL LOBO DE ZHONGSHAN (Cuento chino)


Zhao Jianzi, un alto funcionario, organizó una gran cacería en la montaña. Al divisar a un lobo, lanzó su carro en su persecución.

Ahora bien, el maestro Dongguo, viejo letrado conocido por su buen corazón, venía en camino para abrir una escuela en Zhongshan, y se extravió en esa misma montaña. En camino desde el alba, seguía a pie al asno cojo que cargaba su saco lleno de libros, cuando vio llegar al lobo que huía aterrorizado y que le dijo:

- Buen maestro, ¿no está usted siempre dispuesto para socorrer a su prójimo? Escóndame en su saco ¡y me salvará la vida! Si me saca de este mal paso, yo le quedaré eternamente agradecido.

El maestro Dongguo sacó sus libros del saco y ayudó al lobo a meterse en él. Cuando Zhao Jianzi llegó y no encontró al animal, volvió sobre sus pasos. Al notar el lobo que el cazador estaba lo suficientemente lejos, gritó a través del saco.

- ¡Buen maestro, sáqueme de aquí!

Apenas estuvo en libertad, el lobo empezó a chillar:

- Maestro, usted me salvó hace un rato, cuando los hombres del Reino de Yu me perseguían y yo se lo agradezco, pero ahora, casi estoy muriéndome de hambre. ¿Si su vida puede salvar la mía, no la sacrificaría usted por mí?

Se abalanzó con el hocico abierto y las garras afuera sobre el maestro Dongguo. Este, trastornado, se estaba defendiendo lo mejor que podía, cuando de repente divisó a un anciano que avanzaba apoyándose en un bastón. Precipitándose hacia el recién llegado, el maestro Dongguo se arrodilló ante él y le dijo llorando:

- Anciano padre, ¡una palabra de su boca puede salvar mi vida!

El anciano quiso saber de qué se trataba.

- Este lobo era perseguido por cazadores y me pidió que lo socorriera, le salvé la vida y ahora quiere devorarme. Le suplico que interceda en mi favor y le explique su error.

El lobo dijo:

- Hace un rato, cuando le pedí socorro, él me amarró las patas y me metió en su saco, poniendo encima de mí sus libros; aplastado bajo todo ese peso, apenas podía respirar. Después, cuando llegó el cazador, habló largo rato con él; él deseaba que yo muriera asfixiado dentro del saco, de esa manera habría sacado provecho de mi piel. ¿Un traidor semejante no merece acaso que lo devoren?

- ¡No creo nada! – contestó el anciano –. ¡Vuelva a meterse en el saco, para que yo vea con mis propios ojos si usted estaba tan incómodo como dice!

El lobo aceptó con alegría y se metió de nuevo dentro del saco.

- ¿Tiene usted un puñal? – preguntó el anciano al oído del maestro.

- Sí – contestó mostrando el objeto pedido.

Inmediatamente el anciano le hizo señas para que lo clavara en el saco. El maestro Dongguo exclamó:

- ¡Pero le voy a hacer daño!

El anciano se echó a reír:

- ¿Usted vacila en matar a una bestia feroz que acaba de demostrarle tanta ingratitud? ¡Usted es bueno, maestro, pero también es muy tonto!

Entonces le ayudó al maestro Dongguo a degollar al lobo, y dejando el cadáver a la orilla de la senda, los dos hombres siguieron su camino.

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