¡Qué mal (gritó la mona)
que estoy sin rabo!
¡Qué mal estoy sin astas!
Repuso el asno.
Y dijo el topo:
Más debo yo quejarme,
que estoy sin ojos.
No reniegues, Camilo,
de tu fortuna;
que otros podrán dolerse
más de la suya.
Si se repara,
nadie en el mundo tiene
dicha colmada.
Que valores quieren impartir
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