¡Oh Espíritu Santo! Caridad esencial que derramada en los corazones humanos los divinizas, comunicándoles todas las gracias que se encierran en tus siete dones, y comprenden cuanto necesitan las almas para la vida espiritual. Difúndelos ¡oh Caridad santísima! en mi pobre y mezquino corazón, para que pueda, con el Don de la Sabiduría, juzgar acertadamente de todas las cosas de esta vida con relación a mi último fin; conozca, con el Don de Entendimiento, las verdades reveladas y los preceptos de la ley santa de Dios; sepa discernir, con el Don de Ciencia, los medios más conducentes al cumplimiento de mis obligaciones y a la perfección de mi estado; me ayude el Don de Consejo a conducirme con prudencia cristiana en todos los asuntos de mi alma en relación a la vida eterna; el Don de Fortaleza me haga superior a las tentaciones del mundo, demonio y carne, y a las penas y aflicciones de la presente vida; me anime y esfuerce el Don de Piedad para todas las obras del servicio de Dios y bien del prójimo; y con el Don de Temor de Dios supla las deficiencias de mi amor, y me aparte con espanto del pecado y de todas las ocasiones de cometerlo.
¡Oh Paráclito consolador, Fuente viva y ardiente fuego de Caridad! Enciende en tus divinas llamas este mundo frío y helado con el frío glacial de la indiferencia y falta grande de fe y de vida sobrenatural. Concédenos tiempos tranquilos; alúmbranos, vivifícanos, renuévanos, y haz que después de haber conocido, amado y servido a Dios en esta vida, gocemos contigo, y con el Padre y el Hijo, de los frutos de tu gracia en la patria celestial. Amén.
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