Avanzando rápidamente en la conquista de varios países y territorios, Alejandro el Grande llegó finalmente a la India. Para entonces, había oído muchas historias sobre los hombres santos de ese lugar y estaba entusiasmado por conocerlos.
Un día, su ejército había acampado en un bosque en cuyas cercanías le informaron de que vivía un ermitaño. Alejandro mandó a invitarlo a que visitara el campamento para hablar de filosofía. El ermitaño rechazó la invitación con mucha educación, pero a la vez le hizo saber que cualquiera estaba invitado a su choza. Alejandro decidió ir a visitarlo.
Cuando Alejando entró a la choza buscó un lugar para sentarse, pero al no ver ni una silla, ni un asiento, ni siquiera un catre, le preguntó al ermitaño con cierta irritación: "¿No tiene ningún mueble, nada para que la gente se siente?". El ermitaño le respondió con otra pregunta: "¡Oh, rey!, ¿dónde están sus muebles?". Respondió Alejandro: "Pero yo solo estoy aquí de paso, no he venido para quedarme". Agregó el ermitaño: "Lo mismo digo, yo también estoy de paso, no estoy aquí para quedarme".
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