¡Oh Jesús, Eterno Sacerdote! Guarda a tus sacerdotes al abrigo de tu Corazón.
Guarda sin manchas sus manos consagradas que diariamente tocan tu santo Cuerpo, y limpios sus labios teñidos con tu preciosa Sangre.
Guarda puros sus corazones, marcados con el sello sublime del sacerdocio, y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.
Aumenta el número de tus apóstoles, que tu santo Amor los proteja de todo peligro.
Bendice sus trabajos y que el fruto de sus desvelos sea la salvación de muchas almas, que serán su consuelo aquí y su corona eterna. Amén.
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