El tiempo de adoración no es solo para orar y reflexionar sobre nuestra vida, sino un momento para mostrarle a Dios el amor que merece, reconocer su grandeza, pedirle perdón por nuestros pecados y por los que otros cometen contra Él... Por eso, la Iglesia reconoce que la adoración va aparejada a cinco gracias espirituales:
1. Santificación: Pasar tiempo con el Santísimo es el mejor camino para crecer en santidad.
2. Reparación: Adorar es un acto de entrega para reparar el mal que hay en el mundo. De forma colateral, esto cambia tu corazón y el de los que te rodean.
3. Transformación: Estar frente al Señor profundiza nuestra unión con Cristo y nos va transfigurando a su imagen.
4. Salvación: Un rato de adoración ayuda a la salvación de muchas almas, incluida la nuestra.
5. Restauración: Conocer a Jesús y su inmenso amor sana, libera, cambia y restaura la dignidad que el pecado nos resta.
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