martes, 23 de agosto de 2022

MARTIRIO DE LOS HERMANOS CLAUDIO, ASTERIO, NEON, DOMNINA Y TEONILA

Durante la persecución ordenada por el Emperador Diocleciano, los hermanos Claudio, Asterio y Neón, fueron denunciados a Lisias, procónsul de Cilicia, por su madrastra. También fueron martirizadas con ellos dos mujeres: Domnina, y Teonila. Así son relatados estos martirios en las "Actas de los Mártires"(1).

I. Lisias, presidente de la provincia de Licia, sentado en su tribunal en la ciudad de Egea, dijo:
-Preséntense a recibir mi sentencia los cristianos que han sido entregados a los curiales de esta ciudad por los agentes de la audiencia.
El secretario, Eutalio, dijo:
-Señor, según tu mando, aquí se presentan tres jóvenes hermanos, dos mujeres y un niño  pequeño, que son los que han podido capturar los curiales de esta ciudad. De ellos, uno ya está ante los ojos de tu Excelencia. ¿Qué manda sobre él tu Nobleza?

Lisias: -¿Cómo te llamas?
Respondió: -Claudio.
Lisias: -No vayas a perder tu juventud por tu locura, sino acércate ahora y sacrifica a los dioses, según el mandato de nuestro señor  Augusto, y de ese modo es- caparás a los tormentos que te están aparejados.
Claudio: -Mi Dios no tiene necesidad de tales sacrificios. Lo que le agrada es la limosna y la vida santa. Vuestros dioses, en efecto, son demonios inmundos, y por eso se complacen en sacrificios de esa calaña, perdiendo para siempre a las almas, aunque solo a las que les dan culto; por eso, jamás has de persuadirme a que yo también los honre.
Entonces el presidente Lisias le hizo atar para azotarle con varas, pues se decía: "No tengo otro remedio de vencer su locura".
Claudio: -Aun cuando me apliques los más duros tormentos, en nada me dañas; a tu alma, en cambio, le estás preparando tormentos eternos.
Lisias: -Nuestros señores los emperadores han mandado que los cristianos sacrifiquéis a los dioses; los que se resistan deben ser castigados de muerte; a los que obedezcan, se les prometen honores y recompensas.
Claudio: -Las recompensas de los emperadores son temporales; la confesión de Cristo es salvación eterna.

Entonces Lisias dio orden de que se le suspendiera del caballete y se le aplicara una llama a los pies, y hasta le arrancaron pedazos de sus talones y se los presentaban ante su cara.
Claudio: -Los que temen a Dios no pueden recibir daño ni del fuego ni de las torturas. Más bien les aprovechará para la salud eterna, pues todo eso lo sufren por Cristo.

Entonces Lisias mandó que se le desgarrara con garfios de hierro.
Claudio: -Mi intento es demostrarte que lo que tú defiendes son demonios. Con tus tormentos ningún daño me podrás hacer; a tu alma, empero, le preparas un fuego que jamás se extingue.

Lisias, a los verdugos:
-Tomad un casco de teja asperísima y raedle con él los costados, y luego aplicad a las heridas teas encendidas.

Cumplida la orden, Claudio dijo:
-Tu fuego y tus tormentos han de salvar mi alma, pues cuanto padezco por Dios lo tengo por grande ganancia, y mi mayor riqueza es la muerte por Cristo.

Lisias, hecho una furia; lo mandó bajar del potro y que lo volvieran a la cárcel.
Eutalio, escribano, dijo:

II -Según el mandato de tu Potestad, señor presidente, aquí está Asterio, el segundo de los hermanos.
Lisias: -Tú, al menos, hazme caso y sacrifica a los dioses, pues a la vista tienes los tormentos que están aparejados para los que se resisten.
Asterio: -No hay sino un solo Dios, el solo que ha de venir, que habita en los cielos y que, en su soberana virtud, no se desdeña de mirar a los humildes. Mis padres me enseñaron a adorar y amar a este Dios; esos, por lo contrario, que tú adoras y llamas dioses, yo los desconozco. Perdición de cuantos te hacen caso en esa invención, que no verdad.
Lisias, sin más, ordenó que se le suspendiera del potro:
-Decidle: "Por lo menos ahora, cree y sacrifica a los dioses".
Asterio contestó:
-Yo soy hermano del que poco antes ha respondido a tus preguntas. Un solo ánimo tenemos, una sola confesión. Haz lo que está en tu mano. Sobre mi cuerpo tienes poder; sobre mi alma ninguno.
Lisias: -Echad mano de los garfios de hierro, atadlo de los pies y atormentadlo duramente, a fin de que sienta torturas de alma y cuerpo.
Asterio: -Estúpido, loco, ¿por qué motivo me atormentas? ¿Por qué no te pones ante los ojos la cuenta que por ellos has de dar al Señor?
Lisias: -Extended carbones encendidos bajo sus pies. Azotad su espalda y vientre con varas y nervios durísimos.

Así se hizo, y tras ellos dijo Asterio:
-Estás ciego en todo. Sin embargo, una cosa te pido, y es que no dejes parte de mi cuerpo sin torturar.
Lisias: -Que pase a la cárcel con los otros.

III. Eutalio, secretario, dijo:
-Aquí está el tercer hermano, por nombre Neón.
Lisias: -Hijo, por lo menos tú, acércate y sacrifica a los dioses, con lo que escaparás a los tormentos.
Neón: -Si tus dioses tienen algún poder defiéndanse ellos a sí mismos de quienes los niegan y no requieran tu defensa. Mas si tú te haces compañero de su malicia, yo soy mejor que tus dioses y que tú, pues no os obedezco, teniendo por Dios al verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra.
Lisias: -Rompedle el cuello y decidle: "No blasfemes contra los dioses".
Neón: -¿Blasfemo te parezco por decir la verdad?
Lisias. -Extendedle de los pies y echadle carbones encendidos encima, y desgarrad su espalda con nervios.

Hecho que fue, Neón dijo:
-Yo he de hacer lo que sé es útil para mí y ganancia para mi alma; no puedo mudar mi propósito.
Lisias concluyó:
-Bajo el cuidado del secretario Eutalio y del verdugo Arquelao, que estos tres hermanos sean crucificados como merecen , fuera de la ciudad, a fin de que las aves de rapiña despedacen sus cuerpos.
   
IV. Eutalio, secretario, dijo:
-Señor, según el mandato de tu Claridad, aquí está Domnina.
Lisias: -Ya ves, mujer, qué tormentos y qué fuego se te preparan. Así que, si quieres escapar de ellos, acércate y sacrifica.
Domnina: -Para no caer en el fuego eterno y en los tormentos sin fin, yo adoro a Dios y a su Cristo, que hizo el cielo y la tierra y cuanto en ellos hay. Pero vuestros dioses son de piedra y leño, hechos por mano de hombre.
Lisias: -Quitadle esos vestidos, extendedla desnuda y desgarrad todos sus miembros a varazos.
Una vez martirizada,   Arquelao, verdugo, dijo:
-Por tu Sublimidad, Domnina ha expirado.
Lisias: -Echad su cuerpo a un lugar profundo del río.

V. El secretario Eutalio dijo: -Aquí está Teonila.
Lisias: -Ya ves, mujer, qué fuego y qué tormentos esperan a los que tuvieren la osadía de resistir. Por lo tanto, acércate y honra a los dioses, para que puedas escapar a tales tormentos.
Teonila: -Yo temo el fuego eterno, que puede atacar al cuerpo y al alma y atacará, sobre todo, a los que abandonaron impíamente a Dios y adoraron los ídolos y demonios.
Lisias: -Rompedle la cara a bofetones y arrojadla a tierra, atándola de los pies, y atormentadla duramente.

Habiéndolo hecho así, Teonila dijo: -Tú verás si  está bien que a una mujer noble y forastera la atormentes de este modo. Dios ve lo que estás haciendo.
Lisias: -Colgadla de los cabellos y abofeteadle la cara.
Teonila: -¿No te basta haberme mandado azotar desnuda? No me has deshonrado a mi sola, sino a tu madre y a tu mujer en mí, pues todas tenemos la misma naturaleza de mujeres.
Lisias: -¿Tienes marido o eres viuda?
Teonila: -Veintitrés años hace el día de hoy que quedé viuda, y por amor a mi Dios he permanecido en ese estado, entregada al ayuno, a la vigilia y oración, desde que me aparté de los ídolos inmundos y conocí a mi Dios.
Lisias: -Rasuradle la cabeza a navaja, a ver si así, por lo menos, tiene un poco de vergüenza. Ceñidle una corona de zarza campestre, extendedla en cuatro palos hasta descoyuntarle los miembros y, con una dura correa, desgarradle no solo las espaldas, sino el cuerpo entero. Echadle brasas encima del vientre, y que así muera.
Después de martirizarla duramente, el secretario, Eutalio, y el verdugo, Arquelao, dijeron: -Señor, acaba de expirar.
Lisias: -Traed un saco, meted en él el cuerpo, y, fuertemente atado, arrojadlo al mar.

Eutalio, secretario, y Arquelao, verdugo, dijeron:
-Según mandato de tu Eminencia, señor, tal como ordenaste, así se ha hecho con los cuerpos de los cristianos.
   
VI. Este martirio sucedió en la ciudad de Egea, bajo el presidente Lisias, el diez de las calendas de septiembre, en el consulado del Augusto y Aristóbulo.
Por el martirio de estos santos es a Dios honor y gloria.



(1) Acta Martyrum Bytiniae:  Texto bilingüe. Introducciones, notas y versión española por D. Ruiz Bueno, "Actas de los Mártires", Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) (Madrid, 1968). Las "Actas de los Mártires" constituyen uno de los documentos más importantes que dan testimonio de los procesos seguidos contra los cristianos en los tribunales romanos y de su muerte a causa de su fe. Son una reproducción de los procesos verbales (preguntas de la autoridad y respuestas de los mártires). Los cristianos obtenían copia de los archivos oficiales. San Clemente Romano,  el tercer sucesor de San Pedro, mandó que se hiciera con sumo cuidado estas copias.

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