¡Oh Dios, que misericordiosamente sacaste a tu sierva Margarita del camino ancho de la perdición, reduciéndola al estrecho sendero de la salvación eterna! Concédenos por tu misma infinita misericordia que, pues no tuvimos vergüenza de imitarla en sus desaciertos, tengamos la gloria de seguirla en su penitencia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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