Cual de la selva lóbrega y sombría
la dulce soledad el ave adora;
o a la mañana plácida, la aurora;
o a la arboleda, el ruiseñor que pía.
Como ama el pez al mar, la luz al día,
la ola al océano, mugidora,
así te quiero, niña encantadora,
con ciega y eternal idolatría.
Tú eres mi porvenir más lisonjero,
mi ilusión, mi esperanza más querida...
¿Qué es el mundo sin ti? Fatal sendero
por donde vaga el alma entristecida...
Y es tanto, tanto lo que te quiero,
que diera por tu amor ¡hasta la vida!
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