miércoles, 22 de abril de 2015

CLAVOS EN LA VALLA

   Érase una vez un chico con mal carácter. Su padre le dio un saco de clavos y le dijo que clavara uno en la valla del jardín cada vez que perdiera la paciencia o se enfadara con alguien. 
   El primer día clavó treinta y siete clavos. Sin embargo, durante las semanas siguientes se concentró en controlarse y día a día disminuyó la cantidad de clavos nuevos en la valla. Había descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos. Finalmente llegó un día en el que ya no clavaba ni un solo clavo. Entonces fue a ver a su padre para explicárselo.
   Su padre le dijo que era el momento de quitar un clavo por cada día que no perdiera la paciencia. Los días pasaron y finalmente el chico pudo decir a su padre que había quitado todos los clavos de la valla. 
   El padre condujo a su hijo hasta la valla y le dijo:
   - Hijo mío, te has comportado muy bien, pero mira todos los agujeros que han quedado en la valla. Aunque lo desees con toda tu alma, ya nunca será como antes, porque cuando discutes con alguien y le dices cualquier cosa ofensiva, le dejas una herida como esta. Puedes clavar una navaja a un hombre y después retirarla, pero siempre quedará la herida. No importan las veces que pidas perdón, la herida permanecerá. Una herida provocada con la palabra hace tanto daño como una herida física. Los amigos son joyas raras de encontrar. Están listos para escucharte cuando tienes necesidad, te sostienen y te abren su corazón. Enseña a tus amigos y a tu familia cómo los quieres y ellos te perdonarán, pero debes controlar tu mal carácter.

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