Al definir el papa Pío XII el dogma de la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma al cielo, compuso la siguiente oración, cuyo rezo se recomienda en esta fiesta para conmemorar el Misterio e implorar la protección de la Reina coronada.
¡Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres!:
1. Creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los Ángeles y por toda la legión de los Santos: nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha ensalzado sobre todas las puras criaturas, y para ofrecerte los afectos de nuestra devoción y de nuestro amor (Avemaría y Gloria).
2. Sabemos que tu mirada, que acariciaba maternalmente la humanidad humilde y paciente de Jesús en la tierra, se sacia en el cielo con la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma al contemplar cara a cara a la Trinidad adorable hace palpitar tu Corazón con ternuras beatíficas: pobres pecadores, a quienes la pesadez del cuerpo entorpece el vuelo del alma, te suplicamos purifiques nuestros sentidos, para que ya desde ahora aprendamos a gustar a Dios, a Dios solo, en los encantos de las criaturas (Avemaría y Gloria).
3. Confiamos en que tus ojos misericordiosos se inclinan hacia nuestras miserias y nuestros dolores, hacia nuestros combates y nuestras debilidades; en que tus labios sonríen con nuestras alegrías y nuestras victorias; en que Tú oyes la voz de Jesús que te dice de cada uno de nosotros, como otra vez de su discípulo amado: "He aquí a tu hijo". Y nosotros, que te invocamos como Madre nuestra, como Juan, te tomamos por guía, fortaleza y consuelo en nuestra vida mortal (Avemaría y Gloria).
4. Tenemos la certeza de que tus ojos, que lloraron sobre la tierra regada por la sangre de Jesús, se vuelven aún hacia este mundo en presa con las guerras, con las persecuciones, con la opresión de los justos y de los débiles. Y entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celestial mirada y dulce piedad alivio para las penas de nuestros corazones, para las pruebas de la Iglesia y de nuestra Patria (Avemaría y Gloria).
5. En fin, creemos que en la gloria, donde reinas vestida del sol y coronada de estrellas, eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los Ángeles y de todos los Santos. Y desde esta tierra, donde caminamos como peregrinos, confortados por la fe de la futura resurrección, miramos hacia Ti, nuestra vida, nuestra dulzura, nuestra esperanza; atráenos con la suavidad de tu voz para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús fruto de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! (Avemaría y Gloria).
No hay comentarios:
Publicar un comentario