Hola, mamá.
Hoy he escuchado tu voz por primera vez y he golpeado tu
vientre con mis pies. Nunca te he visto la cara, pero yo sé que es como tu
voz: limpia y clara, torrente de luz y esperanza.
Gracias, mamá, a ti y al cielo, que me dejáis vivir aquí en tu seno, y luego nacer y
quererte fuera como te quiero dentro.
¿Sabes, mamá? Hoy te oí otra vez, discutías con alguien de ronca voz, y después llorabas por mí diciendo
que yo sería un estorbo para los dos.
¿Que tal, mamá? Aquí estoy yo
otra vez, te he escuchado de nuevo discutiendo con él pero sin llorar y
empiezo a pensar que estáis de acuerdo y no naceré.
Quizás, mamá, tengas tú razón, tú sabes de estas cosas, has vivido y yo no. No voy a
estorbar, te juro mamá que os querré por igual a los dos.
Creo mamá, creo en Dios y en ti, pero he notado un pinchazo, me dolió y se que al
fin ya no estorbaré, ya no te veré, bañado en sangre sé que me iré.
Adiós, mamá, rezaré por ti, desde aquí te perdono aunque nunca te
vi. Me marcho mamá, la sangre me inunda... Sé que ya no podré hablarte
más, más, más...
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