Ya se aparta el sol ardiente,
y así, ¡oh luz perenne!, unida,
infunde un amor constante
a nuestras almas rendidas.
En la aurora te alabamos
y también al mediodía,
suspirando por gozar,
en el cielo, de tu vista.
Al Padre, al Hijo y a Ti,
Espíritu que das vida,
ahora y siempre se den
alabanzas infinitas. Amén.
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