Padre mío, ahora que las
voces se silenciaron y los clamores se apagaron, aquí al pie de la cama mi alma
se eleva hasta Ti para decirte: creo en Ti, espero en Ti, te amo con todas mis
fuerzas. Gloria a ti, Señor.
Deposito en tus manos la
fatiga y la lucha, las alegrías y desencantos de este día que quedó atrás. Si
los nervios me traicionaron, si los impulsos egoístas me dominaron, si di
entrada al rencor o a la tristeza, ¡perdón, Señor! Ten piedad de mí.
Si he sido infiel, si
pronuncié palabras vanas, si me deje llevar por la impaciencia, si fui espina
para alguien, ¡perdón Señor! No quiero esta noche entregarme al sueño sin sentir
sobre mi alma la seguridad de tu misericordia, tu dulce misericordia enteramente
gratuita, Señor.
Te doy gracias, Padre mio,
porque has sido la sombra fresca que me ha cobijado durante todo este día. Te
doy gracias porque invisible, cariñoso, envolvente, me has cuidado como una
madre, a lo largo de estas horas.
Señor, a mi alrededor ya todo es silencio y calma. Envía al ángel de la paz a esta casa. Relaja mis nervios, sosiega mi espíritu, suelta mis tensiones, inunda mi ser de silencio y serenidad.
Vela sobre mí, Padre querido, mientras me entrego confiado al sueño, como un niño que duerme feliz en tus brazos.
En tu nombre, Señor, descansaré tranquilo. Así sea.
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sábado, 25 de abril de 2015
ORACIÓN AL ACOSTARSE (1)
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