Murió la mujer de Antón
y al cementerio llevada
de una zarza a la punzada
resucitó de rondón.
Algunos años después
volvió a fallecer de veras,
y por las sendas primeras
la llevaron al ciprés.
Mas el marido puntual
en precaver otro acaso,
exclamó al ver el mal paso:
-¡Cuidado con el zarzal!
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A un avaro oí decir
compungido en un sermón:
-El cura tiene razón,
la limosna es escalón
que al cielo me hará subir;
pues con sincera afición
desde hoy la voy a pedir.
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¿Cuáles son para comer
siempre las horas más sanas?
Preguntóle al doctor, Juan.
Y dijo el sabio: -Ha de ser
para el rico, cuando hay ganas;
para el pobre, cuando hay qué.
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