Muere el cuerpo, pero el alma no muere.
Mientras el cuerpo agoniza en la cama
el espíritu, convertido en flama,
desprecia el funeral y el miserere.
El alma anda libre, nada la hiere,
pues ya ha dejado atrás toda dolama,
y por completo feliz se proclama
pues no hay nada mundano que la altere.
El morir es una resurrección
a una vida mucho más placentera
en la que ya no existe la aflicción
y donde nada malo nos espera.
¿Por qué con la muerte nos angustiamos
si en verdad con ella resucitamos?
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