¡Gloriosa emperatriz de cielos y tierra, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo! Postrados a tus pies te saludamos con todo el afecto de nuestro corazón, como a Reina y Señora, la más digna entre todas las puras criaturas. Llenos de admiración contemplamos tus glorias y las maravillas que ha obrado en Ti el Todopoderoso, nos gozamos de verte tan enriquecida con gracias y dones celestiales, tan santa, tan amada del Señor, tan ensalzada sobre todo lo que no es Dios, tan honrada y obsequiada de los Ángeles y del mismo Creador de los cielos.
Desearíamos tener el conocimiento que de tus perfecciones y gracias tuvieron los Santos, para amarte y reverenciarte como ellos te amaron y obsequiaron. ¡Ojalá tuviéramos mil vidas y mil almas que ofrecerte! Todo corazón te ame, y toda lengua te alabe, y todo entendimiento conozca y admire tus gracias y prerrogativas.
Nos pesa de no haber correspondido al amor que tu divino Hijo nos ha tenido, sino con ofensas e ingratitudes. Sé Tú nuestra abogada para con el Juez eterno: pídele que, mirando nuestro dolor y arrepentimiento, nos perdone los pecados y dé su gracia para serle agradecidos en adelante, cumpliendo exactamente sus mandamientos y las obligaciones de nuestro estado.
Alcánzanos de tu divino Hijo, para mí, para mi familia, amigos y bienhechores, las gracias de alma y cuerpo que nos den a conocer, amar y servir a Dios en esta vida, para después gozarle en la otra.
Y ahora más particularmente te suplicamos... (hacer la petición).
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