¡Oh María, prado amenísimo de las delicias de todo un Dios, huerto cerrado y jardín florido! Postrados a tus plantas soberanas, te ofrecemos la flor espiritual de este día, y por ella te suplicamos nos hagas participantes de la fragancia de tus hermosas virtudes, plantándolas todas en nuestro corazón, al cual te pedimos, Madre mía, riegues con el rocío de tu divina gracia, para que dé tales frutos de justicia y santidad que sean dignos de ser presentados en la mesa del Rey celestial, a la que esperamos sentarnos algún día contigo, y hartarnos de la gloria de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo; y para más obligarte, saludamos tu dulcísimo nombre con las siguientes deprecaciones y Avemarías:
Madre amantísima, en todos los instantes de nuestra vida acuérdate de nosotros, miserables pecadores. Avemaría.
Acueducto de las divinas gracias, concédenos abundancia de lágrimas para llorar nuestros pecados. Avemaría.
Reina de cielos y tierra, sé nuestro amparo y defensa en las tentaciones de nuestros enemigos. Avemaría.
Ilustre y querida Hija de Joaquín y Ana, alcánzanos de tu santísimo Hijo las gracias que necesitamos para nuestra salvación. Avemaría.
Abogada y refugio de los pecadores, asístenos en el trance de la muerte y ábrenos las puertas del cielo. Avemaría y Gloria al Padre.
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