Oh, glorioso San José, a ti Dios te encomendó el cuidado de su Hijo unigénito en medio de los muchos peligros de este mundo.
Acudimos a ti y te pedimos que tomes bajo tu protección especial a los niños que Dios nos ha dado.
A través del santo bautismo se convirtieron en hijos de Dios y en miembros de su Santa Iglesia.
Los consagramos hoy a ti, para que a través de esta consagración puedan convertirse en tus hijos de crianza.
Guárdalos, guía sus pasos en la vida, forma sus corazones según los corazones de Jesús y María.
San José, que sentiste la tribulación y la preocupación de un padre cuando el niño Jesús se perdió, protege a nuestros queridos hijos por el tiempo y la eternidad.
Que seas su padre y consejero. Que ellos, como Jesús, crezcan tanto en edad como en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres.
Presérvalos de la corrupción del mundo y danos la gracia de estar unidos con ellos en el cielo para siempre. Amén.
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