jueves, 17 de agosto de 2023

VIDA, MARTIRIO Y ORACIÓN A SAN MAMÉS

En Cesarea de Capadocia, san Mamés o Mamante o Mameto, mártir, que, siendo pastor de condición muy humilde, vivió solitario en los bosques con la máxima frugalidad y, proclamando su fe en Cristo, consumó el martirio durante el imperio de Aureliano (273/274).

Mamés ("el que fue amamantado") nació en el seno de una familia modesta. Algunos historiadores datan la fecha de su nacimiento en el 259 y la de su martirio en el 275.

Hijo de Teodoto y Rufina, san Mamés nació en prisión al estar encarcelados sus padres por ser cristianos. Poco después de su nacimiento murieron el padre y la madre, estando ambos elevados a los altares. A partir de entonces, Mamés fue criado por una viuda rica llamada Ammia, también santa, que murió cuando Mamés tenía quince años, dejando al joven heredero de su hacienda.

Mamés sintió una voz que le impulsó a abandonar la ciudad. Así comenzó su predicación a los animales salvajes, acompañada de la lectura del Evangelio. Así vivió durante cinco años, alimentándose de miel y leche que le daban los animales, y él fabricaba quesos que enviaba a los cristianos perseguidos. Al enterarse de su actividad, el gobernador Alejandro de Cesarea de Capadocia mandó detenerlo acusado de magia, pero los soldados que fueron a prenderle se convirtieron, y todos fueron arrestados y conducidos a la cárcel. Los soldados fueron decapitados.

El gobernador sometió a tormentos a san Mamés, sin conseguir que abjurara de su fe. Después, lo envió al emperador Aureliano que ordenó someterle a nuevas torturas. Cuenta la leyenda que un ángel lo liberó y le mandó refugiarse en un monte cercano a Cesarea.

Al parecer, San Mamés consiguió amansar a los leones a los que había sido entregado en el circo y, ante este portento, decidieron acabar con su vida clavándole un tridente en el abdomen. Aunque sangrando, el joven Mamés consiguió llegar hasta la cueva cerca del teatro, donde murió invitado al cielo por los ángeles. 


ORACIÓN

San Mamés mío, sólo mi ingratitud pudiera retraerme de llegar a saludarte, pero reconociendo que tu elevada grandeza es más poderosa para asegurarme tu clemencia que para desconfiarme el olvido que he tenido de ti, santo mío, de tu favor y asistencia como oveja que desviada de ti, que eres mi pastor, he andado perdida por los intrincados montes del mundo, mas pues debo a tu poderoso influjo la memoria del camino para volver al redil de tu ganado, acógeme, pastor mío, para que no se malogren mis deseos. No apartes de mí la cara, ten siempre cuidado de quien se confiesa tu devoto, que si he correspondido ingrato a tantos beneficios, ya, santo mío, el deseo de servirte con todo afecto me consuela a que me franquearás tu favor en todos mis desconsuelos. Amén.

(Rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias en reverencia a la Santísima Trinidad)

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