Padre, te damos gracias por encontrarnos con tu Amor extremo a través de la vida de “Lolo”.
Te damos gracias porque, por tu Espíritu, imprimiste en él la imagen de tu Hijo Jesús.
Te damos gracias por su fe firme, por su amor a la Eucaristía, por su celo apostólico, por la valentía en sus escritos, por su paciencia y testimonio en la enfermedad, por su alegría permanente.
Te pedimos que, imitando sus pasos de cristiano, te hagamos presente en nuestros ambientes y que, con él, nunca dudemos de que contamos siempre con la mano suave y firme de nuestra Madre la Virgen María. Amén.
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