Querido san Martín de Porres, luz de los humildes, santo de inmensa fe, a ti que Dios concedió hacer prodigios inimaginables, hoy acudo a ti en esta necesidad y pena que me agobia. Sé mi protector y mi médico, mi intercesor y mi maestro en el camino de amor a Cristo. Tú que por amor a Dios y a tus hermanos siempre fuiste incansable en socorrer a los necesitados, tanto que se sabe que Dios te concedió el poder de estar a la vez en distintos lugares, escucha a quienes admiramos tus virtudes, por amor a Cristo. Confío en tu poderosa unión a Dios para que, intercediendo ante el Señor, que ante las almas puras como tú es toda bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias. Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien. Que descubra, como tú, cómo haciendo el bien a los otros se alivian mis propias penas. Que tu humilde ejemplo de tenerte a ti mismo, siempre en último lugar, sea para mí una luz para que nunca olvide ser humilde. Que el recuerdo de tu gran fe, aquella capaz de sanar, resucitar, y hacer tantos prodigios, sea para mí, en momentos de duda, una gracia sostenida que llene mi corazón del fuego del Amor incondicional a Cristo.
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