Blas, que no la conocía
¿Quién es? preguntó y Lucía
dijo que su media hermana.
Y él, que el bulto considera
de la cabeza a los pies,
dijo: Si esto media es
¡Cuál fuera al ser toda entera!
Buenos días. Juan llora en el libro del Apocalipsis porque parece que no hay nadie digno de abrir el libro de la vida. Cristo llora porque el mundo judío, parece que no reconoce la verdad, la Vida auténtica, no reconoce al enviado de Dios, por más pruebas que les dé. Nosotros somos por el bautismo hijos de Dios, pueblo de Dios, sacerdotes para ofrecer nuestras vidas. Ojalá que descubramos la gloria a la que hemos sido llamados y que el Señor no derrame lágrimas de tristeza por nosotros. Seamos buenos y dignos de ser llamados hijos de Dios.
Texto del Evangelio (Lc 19, 41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
“¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz!” (Lc 19, 41-44)
Señor Jesús, si reconociéramos nosotros lo que conduce a la paz, nuestro mundo no estaría herido con tanta violencia, con tanta desigualdad, con tanta indiferencia, con tanta hambre y sed, con tanta injusticia, con tanta falta de compasión, con tanta explotación, con tanto conflicto, con tantas guerras fratricidas y con tantos motivos para la desesperanza.
Pero nosotros, Señor Jesús, hemos sido llamados y enviados para hacer de este mundo un lugar mejor del que encontramos, un espacio en el que sea posible vivir en libertad, en el que todos encuentren un pedazo de tierra donde vivir en paz, donde ser lo que son, sin tener que estar siempre luchando por defender los derechos más elementales.
Por eso, hoy Señor Jesús, te decimos:
Haznos instrumentos de tu paz en nuestras relaciones, en nuestras casas y comunidades.
Haznos instrumentos de tu paz en medio del trabajo, con los compañeros y conocidos.
Haznos instrumentos de tu paz en medio del mundo, en la vida cotidiana, en cada acción e iniciativa en la que participemos.
Haznos instrumentos de tu paz con nuestras palabras, pero fundamentalmente con nuestros gestos solidarios y pacificadores.
Haznos instrumentos de tu paz y bien, de modo que los demás vean en nosotros no jueces ni enemigos, sino compañeros de camino y amigos en los que confiar y poder construir ese mundo que anhelamos para todos y que Tú deseas.
Así te lo pido. Así sea.
En la Calle Maestro Chapí nº 7 de Valencia, se encontraban, desde finales del mes de julio de 1936, las quince religiosas celebradas el 20 de noviembre; unas porque no tenían familiares con los que pasar aquellos días de dolor y sangre, otras porque eligieron quedarse dando testimonio, una vez más, de que «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».
Transcurrieron los meses con las visitas y registros continuos de los milicianos y, llegó la tarde del día 20 de noviembre. Un microbús se detuvo frente al piso bajo de la Calle Maestro Chapí nº 7. Una patrulla de milicianos comunica a Madre Sufragio la orden de detención. ¡Cómo debió llenarse de fortaleza para comunicarlo a Madre Ángeles! Y después a todas, que animadas con sus palabras, en el más completo silencio, ayudándose unas a otras, iban subiendo y acomodándose en el coche. Durante el camino, Madre Sufragio, iba exhortando a todas a ofrecer la vida por Dios, a perdonar -sin condiciones- a los que las iban a martirizar y a rezar por ellos. Ya en el Picadero de Paterna seguía animando y perdonando. Se sabe que Madre Sufragio murió la última del grupo, como la madre de los Macabeos.
Sus cuerpos fueron trasladados al cementerio Municipal de Valencia donde fueron enterrados inmediatamente después de su martirio, el día 22 de noviembre 1936. El día 1 de mayo de 1940, el Consejo General, procedió a los trámites para la exhumación de los restos de las Siervas de Dios Madre Ángeles Lloret Martí y Compañeras, y para su traslado, que se realizó el día 2 del mismo mes, al panteón que la Congregación tiene en el Cementerio de Mislata. Cuando se inició el proceso de la Beatificación, se construyó un panteón en la Iglesia de la Casa General de Mislata (Valencia), donde reposan sus venerables restos desde el 12 de diciembre de 1968.
Con este mismo grupo fueron beatificadas también las hermanas María del Refugio Rosat Balasch y María del Calvario Romero Clariana, que habían sido detenidas el 16 de septiembre y fueron asesinadas el 26 de septiembre en el Barranco de los Perros de Llosa de Ranes (Valencia). El paradero de sus restos había sido desconocido hasta 1983, año en que una vecina de Carlet (Valencia), antes de su muerte, quiso revelar a una religiosa de la Congregación de Hermanas de la Doctrina Cristiana el lugar del martirio.
A continuación se da el nombre religioso y el civil, asi como el lugar y año de nacimiento (si no se indica otra cosa, la localidad es en la Comunidad Valenciana):
Angela de San José (Francisca) Lloret Martí (Villajoyosa, 1875)
María del Sufragio (Antonia María) Orts Baldó (Altea, 1888)
María de los Dolores (María de Montserrat) Llimona Planas (Molíns de Rey -Barcelona-, 1860)
Teresa de San José (Ascensión) Duart y Roig (Benifayó de Epioca, 1876)
Isabel Ferrer Sabriá (Villanueva y Geltrú -Barcelona-, 1852)
María de la Asunción (Josefa) Mongoche Homs (Ulldecona -Tarragona-, 1859)
María de la Concepción (Emilia) Martí Lacal (Carlet, 1861)
María Gracia (Paula) de San Antonio (Valencia, 1869)
Corazón de Jesús (María de la Purificación) Gómez Vives (Valencia, 1881)
María del Socorro (Teresa) Jiménez Baldoví (Sant Martí de Provençals -Barcelona-, 1885)
María de los Dolores (Gertrudis) Suris Brusola (Barcelona, 1899)
Ignacia del Santísimo Sacramento (Josefa) Pascual Pallardó (Valencia, 1862)
María del Rosario (Catalina) Calpe Ibáñez (Sueca, 1855)
María de la Paz (María Isabel) López García (Turís, 1885)
Marcela de Santo Tomás (Áurea) Navarro (La Roda -Albacete-, ?)
ORACIÓN
Oh Dios, fortaleza de los humildes, que de modo admirable infundiste a la beata Ángela de San José y compañeras hermanas de la Doctrina Cristiana constancia en su martirio, concédenos, por su intercesión, que, así como ellas derramaron con generosidad gozosa la sangre por Cristo Rey, también nosotros mantengamos la lealtad a Ti y a tu Iglesia hasta la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Buenos días. ¿Quien queremos que reine en nuestra vida? ¿El egoísmo? ¿O la generosidad? Hoy el evangelio nos presenta lo que el hombre puede hacer de bueno cuando con lo que Dios le regala lo pone al servicio de los demás y cómo se multiplican los dones, pero quien se los guarda no avanza. Pidamos al Señor que podamos poner todo lo que somos siempre al servicio de los demás. Seamos buenos y confiemos siempre en Dios.
Texto del Evangelio (Lc 19, 11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ese reine sobre nosotros’. Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a este: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Le dice: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’. Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Le dijeron: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».
Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
"Al que tiene se le dará" (Lc 19, 11-28)
Señor Jesús, siempre que escucho estas palabras tuyas pienso si seré de los que tienen o de los que no tienen. Pero rápidamente echo un vistazo a mi historia y a mi vida entera y no tengo más que agradecerte tanto bien recibido.
Señor Jesús, gracias por todo cuanto soy, siento, creo y tengo. Gracias por la fe regalada que me has dado y que ando intentando descubrir y vivir cada día un poco más. Gracias por mi vocación a la vida y por mi pasión por tu Reino. Gracias por cuidar cada día de mí y por estar siempre esperándome.
Señor Jesús, hoy te pido que yo sea de los que tienen y lo ponen todo a disposición de todos. Que sea de los que viven comprometidos con las causas justas y entregado a todo lo que restituya dignidades y haga más feliz y digna a la gente. Que no deje nunca, por dejadez o comodidad, de multiplicar lo que de Ti recibo y de dividirlo para que llegue cada vez a más personas.
Así te lo pido. Así sea.
Dios de bondad, que en san Rafael de San José has querido destruir el hombre viejo y crear en él un hombre nuevo a tu imagen, concédenos, por sus méritos, ser renovados por Ti, como él lo fue, para que podamos ofrecerte un sacrificio que te sea agradable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Buenos días. Hoy las lecturas nos invitan a la conversión del corazón. En el Evangelio, Zaqueo cambia su corazón y deja su vida de riqueza y decide seguir las enseñanzas de Jesús. El Apocalipsis nos invita a ser comprometidos, entregados y no tibios. Nuestro mundo necesita que seamos auténticos. Seamos buenos y confiemos en Dios.
Texto del Evangelio (Lc 19, 1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
“Zaqueo trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura” (Lc 19, 1-10)
Señor Jesús ¡qué bonito es el evangelio de hoy! ¡Cuántas señales nos envía, cuántos detalles, ese juego de miradas, ese querer verte, ese querer salvar tuyo, esa exhortación a entrar en nuestra casa y ese diálogo transformador!
Nosotros, una mañana más, como Zaqueo, reconocemos que nos gustaría verte. A veces no queremos escucharte, sólo nos gustaría verte. Pero claro, Tú si te fijas en nosotros y no sólo quieres vernos sino permanecer en nosotros. ¡Cómo nos gustaría esperarte como Zaqueo!
Señor Jesús, dice el evangelio que era pequeño de estatura. Era pequeño por dentro, no lograba llenar su vacío con todo lo que tenía, estaba necesitado de sentido, de cariño, de vida verdadera. ¡Cómo nos gustaría crecer en hondura y profundidad!
Señor Jesús, aquel encuentro contigo lo cambió todo. Zaqueo dijo “aquí estoy” y tú dijiste “yo también”. Que en este nuevo día renovemos cada uno de nosotros ese “aquí estoy” y nos dejemos acompañar por tu “yo también”. Que al encontrarnos contigo todo cambie, nos transformes interiormente y se note exteriormente.
Así lo necesitamos, así te lo pido, así sea.