Buenos días. “¿Quién puede estar en el recinto del Señor? El hombre de manos inocentes y puro corazón”. La viuda del Evangelio es de puro corazón porque confía plenamente en que su limosna es para ayudar y no se pone excusas, mirando o pensando que por qué ella debe dar lo que tiene, si los demás sólo dan lo que les sobra. Por eso esa viuda es ejemplo de puro corazón. ¿Y nosotros?. Seamos buenos y hagamos el bien sin mirar a quién, y confiemos en que Dios lo ve todo.
Texto del Evangelio (Lc 21, 1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos estos han echado como donativo de lo que les sobraba, esta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».
“Ha echado todo lo que tenía para vivir” (Lc 21, 1-4)
Señor Jesús, una mañana más abro los ojos y el día ya está preparado para mí. Una mañana más me pongo en marcha y, en tu presencia, te digo, ¿qué quieres de mí? Muchas son las cosas por hacer, muchos los retos, muchos los problemas a los que salir al paso, muchas las monedas que echar aquí y allá… pero claro, ¿estaré yo dispuesto a echar todo lo que tengo para vivir?
Señor Jesús, haz de mí una ofrenda agradable. Haz que hoy en todo ame y en todo sirva. Haz que no me guarde nada para mí. Haz que también yo, en lo que diga, en lo que haga, en lo que sirva, en lo que dé… me dé por completo.
Señor Jesús, a veces creo que paso necesidad, seguramente porque me ciega mi propio yo, mis cosas, mi gente, mis temas, mis tinglados… hazme ver a los demás como Tú los ves. Haz que descubra la necesidad que pasan los otros para que pueda ser yo el que se dé con todo lo que tiene para vivir, y hacerlo en tu nombre.
Señor Jesús, feliz semana. Y no dejes de ayudarme a dar y a darme como Tú.
Así te lo pido. Así sea.
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